El final de la cuarta etapa de La Vuelta 2023 en Tarragona, con un desenlace ratonero, técnico y con una pendiente ligeramente hacia arriba, parecía idóneo para que Iván García Cortina estuviera, al menos, entre los candidatos a la victoria. Sin embargo, la caída de Marijn van der Berg a falta de 500 metros se cruzó en su trayectoría y, de forma indirecta, le impidió disputar el triunfo. El asturiano había conseguido una buena colocación metiendo codos y zafándose con unos y con otros, pero ese incidente cogió al de Movistar Team con las marchas cambiadas, se quedó atrancado y perdió unos metros que fueron insalvables. “Los esprints tienen un punto caótico en muchos aspectos”, comentaba Cortina a VOLATA en la salida de la sexta etapa en La Vall d’Uixò.
Esa anarquía es más evidente en carreras como la Vuelta a España, que no es el hábitat ideal para una especie tan singular en el pelotón como son los velocistas. Las oportunidades son escasas y el terreno montañoso constante aleja a los grandes especialistas, que rehuyen de participar en la ronda española. La organización tampoco hace esfuerzos por tratar de atraer a nombres importantes en esta faceta, pues precisamente la incertidumbre, el descontrol y la capacidad de sorpresa en este tipo de llegadas forma parte de su identidad. Algunos equipos convierten a La Vuelta en un campo de pruebas para los velocistas más jóvenes, que buscan sus primeras oportunidades en una gran vuelta. Pero también es el escenario para un perfil de corredor más versátil.
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Por ello, cuando un ciclista como Kaden Groves —uno de esos jóvenes que tuvo su primer examen en La Vuelta 2022— y un conjunto como Alpecin-Deceuninck centran todos sus esfuerzos en esta materia, resulta muy complejo que puedan hacerle frente otras estructuras con esta figura más desdibujada en su esquema, como es el caso de Movistar e Iván G. Cortina. “Se le está viendo muy fuerte [a Groves]. Es el único equipo que tiene un treno dedicado exclusivamente al esprint y eso marca la diferencia”, admite.
Fotografía: Getty
El asturiano es consciente de sus limitaciones y de sus fortalezas, sabiéndose necesitado de factores externos que maximicen sus opciones de pelear por el triunfo de etapa en una llegada al esprint. “La mayoría no son, o al menos no todavía, esprinters de gran renombre, pero tienen una punta de velocidad que a mí me cuesta alcanzar si no ha habido desgaste previo. En etapas en las que no ha ocurrido nada y se ha rodado muy tranquilo en el pelotón, ellos llegan con mucha fuerza y a mí me cuesta más. Necesito un punto extra de dureza”, explica.
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Por esa razón, a Cortina no le sorprendió que Filippo Ganna, estuviera cerca de arrebatarle el triunfo a Kaden Groves en Burriana: “La gente llega con el tanque lleno y un tío como Ganna que te mueve 800 vatios sentado pues en esa circunstancia lo puede hacer muy bien. Además, fue un esprint de fuerza pura, porque iba todo el rato de cara al aire”, destaca. El italiano no se prodiga mucho en este tipo de finales, pero como él mismo confesó al finalizar la etapa: “G [Thomas] me propuso que podría hacer un esprint, así que ¿por qué no?”. El de Ineos sigue ampliando sus horizontes, transformándose poco a poco en un ciclista cada vez más completo.
Cortina concluyó sexta en la segunda jornada en el neutralizado circuito de Montjuïc (Fotografía: Getty)
En esa quinta jornada, el viento complicó las aspiraciones de Cortina: “Iba por la parte exterior y eso lo hizo muy complicado. La mejor posición era la zona interior, pero hay que buscar el sitio justo y que no te peguen un bandazo inesperado. Los esprints tienen un factor de suerte incontrolable, pero creo que no estamos tan lejos”. El asturiano transmite esa confianza y mantiene la esperanza de que el desnivel acumulado y el desgaste con el paso de las jornadas le permita estrenar su casillero particular en una gran vuelta.
Imagen de cabecera: Sprint Cycling
