Tour de Flandes 2024: Mathieu van der Poel, el león de Flandes

Un deslizante Koppenberg fue el escenario sobre el que el Campeón del Mundo consolidó su tercera victoria en ‘De Ronde’. Van der Poel se adentra en la cima histórica de la prueba flamenca en una bonita y apasionante 108ª edición con tintes épicos.

El mitológico Monte Olimpo, una alegoría recurrente en el mundo del ciclismo —y que en el particular submundo del Tour de Flandes tiene forma de berg—, ha abierto sus puertas para recibir un nuevo integrante. Seis ciclistas miran ahora con recelo, y seguramente admiración, a Mathieu van der Poel en la exclusiva cúspide de De Ronde. El neerlandés ha igualado las tres victorias de Achiel Buysse, Fiorenzo Magni, Eric Leman, Johan Museeuw, Tom Boonen y Fabian Cancellara. Y lo ha hecho en una de esas carreras que serán recordadas por la belleza de una narrativa cargada de épica y la dureza de un relato que se reflejaba en la cara de los corredores en la meta de Oudenaarde tras 270 km bajo la lluvia.

"Estoy hecho polvo". Van der Poel no escondía que estaba tan exhausto como feliz. “Es un sueño conquistar Flandes vestido con el maillot arcoíris”. Estas palabras refrendaban el gesto de alzar su bicicleta al cielo para celebrar la victoria. El Campeón del Mundo ha recuperado el trono flamenco con una exhibición de templanza, para gestionar las acometidas tácticas de sus rivales; habilidad técnica, para marcar la diferencia en un Koppenberg resbaladizo; y potencia, para afrontar más de 44 kilómetros en solitario ante la intensidad del viento. Todo, bajo la atenta mirada in situ de un Fabian Cancellara que se asomaba en la retransmisión repartiendo bidones a los corredores del Tudor Pro Cycling, equipo al que el suizo dirige actualmente.

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Los muros adoquinados de Flandes, y su atmósfera inigualable, se han convertido (una vez más) en el escenario de una preciosa carrera que se ha desarrollado en diferentes actos como una obra teatral. El primero arrancó tras el ascenso al Wolvenberg, cuando Lidl-Trek y Visma-Lease a Bike lanzaron un órdago envenenado con peligrosos movimientos de Matteo Jorgenson, Dylan van Baarle y un valiente Mads Pedersen que en esta ocasión quizá hizo gala de su valentía competitiva con más pundonor que fuerza. Era un todos contra Van der Poel —algo que ya vaticinó ante las notables ausencias— buscando el desgaste, pero mantuvo la calma con sangre fría, esperó la reorganización de las piezas del Alpecin-Deceuninck y sostuvo la tentativa con la autoridad de quien domina con confianza y sin miedo.
(Fotografía: Francesco Rachello / Tornanti.cc)

El segundo acto llegó en el Koppenberg. La temida colina, con sus rampas de hasta el 22%, nos hizo viajar en el tiempo con imágenes que evocaban épocas anteriores. Todo el pelotón cabecero tuvo que echar pie a tierra por la complejidad de superar su resbaladizo adoquín, una estampa que hacía años que no veíamos. Todos salvo un habilidoso Van der Poel que sorteó con delicadeza la dureza intrínseca de este muro en el corazón de Flandes. Tan solo Matteo Jorgenson hizo el amago de intentar engancharse a su rueda, pero fue una auténtica quimera mientras la diferencia no hacía más que aumentar.
 

 

También fue el lugar en el que se volatilizaron las opciones de un Movistar Team que hasta entonces había jugado de tú a tú con las grandes estructuras de la mano de Oier Lazkano, que incluso nos hizo saltar del sofá cuando cerró en primera persona el hueco que abrió Van der Poel en el segundo paso por el Oude Kwaremont, e Iván García Cortina. Allí, en pleno Koppenberg, desesperado e impotente en la cuneta sin saber muy bien cómo continuar, el asturiano Cortina vio truncadas sus opciones por falta de agarre cuando marchaba en cabeza. "Intenté quitarle presión a las ruedas, pero en Kwaremont y Paterberg las piernas dijeron basta, no quedaba ni un gramo de fuerza", comentaba a los micrófonos de Relevo.

La estocada definitiva en Van der Poel en la yincana deslizante del Koppenberg (Fotografía: Francesco Rachello / Tornanti.cc)

El tercer y último acto recogió el protagonismo de quien había pasado desapercibido. La dureza de la prueba comenzó a adueñarse de las piernas de los corredores en una persecución imposible con el podio en el horizonte. La resistencia y la entereza se abrió paso en un ambiente marcado por el barro, la lluvia y las caras de extenuación. Veinte metros separaron al belga Dylan Theuns (Israel-Premier Tech) y al italiano Alberto Bettiol (EF Education-EasyPost) de completar la hazaña de subir al podio. Finalmente, la velocidad de un sorprendente Luca Mozzato (Arkéa-B&B Hotels), segundo, y Nils Politt (UAE Team Emirates), tercero tras la descalificación de Michael Matthews, se impuso en la interminable recta de meta.

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En definitiva, Mathieu van der Poel encarna todos los elementos que convierten al Tour de Flandes en una carrera con ese aura y naturaleza única en la cultura ciclista. Una historia que se entrelaza con la evolución de su trayectoria en carretera y en la que en las últimas ediciones ha sumado cinco podios —el primer ciclista en conseguirlo de forma consecutiva— sin bajar de la segunda posición. Y quién sabe, quizá en los próximos años recuperen amplitud en el Monte Olimpo de que el neerlandés se haya encargado de construir un nuevo piso con vistas privilegiadas de todo el entramado de muros y adoquines de la región flamenca.

Foto de cabecera: Getty

 

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