De Ronde, una historia de Flandes

Mejillones, patatas fritas y una excelente cerveza. Pero además, otra de las pasiones que tienen los belgas es el ciclismo. Si bien es cierto que el entusiasmo por la bicicleta es compartido por todos los belgas, también lo es que el nacionalismo flamenco ha encontrado en el ciclismo un potente vehículo para reivindicar su identidad.

Cada primer domingo de abril las carreteras de Flandes se llenan con centenares de miles de personas que salen a saludar el paso de la caravana ciclista de De Ronde y ondean un mar de banderas flamencas. Pero si apreciamos al detalle, descubriremos que en el estandarte del león, sobre fondo amarillo, que lucen la mayoría de los espectadores las uñas y la lengua no son rojas. Su color negro nos delata que se trata de la bandera independentista flamenca, que rechaza el rojo, porque junto al amarillo y el negro forman los colores de la que, desde 1831, es la bandera oficial del reino de Bélgica. 

Esta imagen constata como De Ronde se ha convertido en un auténtico fenómeno social y en un elemento inseparable de la identidad flamenca. Precisamente, el sueño que Leon Van den Haute y Karel Van Wijnendaele tenían cuando pusieron en marcha el primer Tour de Flandes en 1913.  Al igual que muchas otras carreras ciclistas, De Ronde Van Vlaanderen nació de la iniciativa de un periódico deportivo, el SportWereld, dirigido por Van den Haute y donde Van Wijnendaele era una de las plumas más reconocidas. 

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Si bien su propósito principal era publicar informaciones deportivas, el SportWereld no escondía sus simpatías por el incipiente nacionalismo flamenco, una corriente cultural y política a la que se adhería con su decisión de editar un periódico escrito exclusivamente en lengua neerlandesa. La cuestión lingüística no era para nada baladí, pues en la Bélgica de principios del siglo XX, el francés era la lengua de la burguesía y del poder y dominaba todos los aspectos de la vida. 

Multitud de pequeñas banderas independentistas flamencas saludan el paso de los corredores durante el Tour de Flandes de 2013 en la mítica subida al Koppenberg. (Foto: HantsWand / Wikimedia Commons)

Nace De Ronde, una carrera para el pueblo flamenco

En 1913, poco antes de la Gran Guerra, se disputó el primer Tour de Flandes con un inequívoco espíritu nacionalista. La asociación entre De Ronde y el movimiento nacional se encuentra, pues, en el mismo origen de una competición que tuvo su primer vencedor en la figura de Paul Deman. Pero a pesar del entusiasmo de sus promotores, las dos primeras ediciones no tuvieron el éxito deseado. Una de las razones responde a la prohibición de participar en la prueba que los equipos franceses dictaron a sus corredores belgas, una circunstancia que contribuyó a reforzar la dimensión nacionalista de De Ronde en el imaginario popular.

El estallido de la Primera Guerra Mundial y la ocupación de Bélgica por las tropas alemanas provocaron la única interrupción del Tour de Flandes en toda su historia. Durante cuatro años, De Ronde no se celebró y su regreso no tuvo lugar hasta 1919. Paradójicamente, las carreras celebradas durante el período de entreguerras, que evidenciaban la crudeza del conflicto bélico, fueron las que permitieron a De Ronde ganar popularidad y convertirse rápidamente en uno de los acontecimientos más celebrados por la comunidad flamenca.

Izquierda: Portada de la edición ilustrada del SportWereld del 12 de marzo de 1921 que reproduce los retratos de los cuatro primeros vencedores del Tour de Flandes (Fuente: SportWereld)

Derecha: Paul Deman, vencedor de la primera De Ronde disputada en 1913, en una imagen del Tour de Francia de ese mismo año (Fotografía: Agence Rol / Bibliothèque Nationale de France)

La leyenda de los ‘flandriens’

Fue precisamente durante esos años veinte cuando, de la mano del periodista y entrenador ciclista Karel Van Wijnendaele, se forjó la leyenda de los flandriens. En su origen, la palabra designaba, en francés y en un cierto tono peyorativo, a los obreros flamencos que se desplazaban a Valonia para trabajar en las empresas siderúrgicas que controlaba la burguesía francófona.

Van Wijnendaele podía ser considerado un flandrien. Su padre, muerto cuando él tenía tan solo dieciocho meses, era un obrero del sector textil y él mismo, después de abandonar la escuela a los catorce años, había trabajado sirviendo a acomodadas familias francófonas. El trato humillante que padeció durante ese período contribuyó a forjar su posición política nacionalista y defender la idea de que el ciclismo era un factor clave en la lucha por la emancipación del pueblo flamenco. 

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Definitivamente, los sufridos triunfos de los ciclistas de Flandes en las De Ronde de los años veinte provocaron que las crónicas de Van Wijnendaele cambiaran el sentido original de la palabra flandrien y le dieran la connotación positiva que tiene hoy en día: identifica a un sufrido luchador que no se rinde y que no teme a las dificultades, unos valores que el periodista atribuía al pueblo flamenco.

Aunque en la actualidad se usa el concepto flandrien para designar a cualquier corredor que comparte los valores del término, independientemente de su nacionalidad, lo cierto es que, en sus orígenes, hacía referencia a la bravura de los ciclistas flamencos, auténticos dominadores de la prueba. 

De Ronde resiste con la complicidad nazi

La nueva ocupación alemana de Bélgica en mayo de 1940, hacía presagiar otra interrupción del Tour de Flandes. La posición del nacionalismo flamenco, que optó por colaborar con el régimen nazi, propició que las autoridades alemanas consintieran la continuidad de la prueba, que servía a su propósito de fomentar la división en el seno de Bélgica. De Ronde fue, así, la única clásica que se corrió durante la Segunda Guerra Mundial. Durante ese período, el organizador de la prueba era el periódico popular flamenco Het Nieuwsblad con el que el SportWereld se había fusionado en 1939. 

El pelotón del Tour de Flandes de 2012 pasa ante una bandera independentista flamenca durante su ascensión al Oude Kwaremont (Fotografía: Roxanne King / Wikimedia Commons)

El fin de la Segunda Guerra Mundial abrió una disputa por el control del ciclismo en Flandes. El periódico de izquierdas Het Volk se propuso organizar una nueva competición que se convirtiera en el principal referente del ciclismo flamenco en sustitución de De Ronde, que consideraba manchada por su cercanía al nazismo. La nueva prueba impulsada por el periódico izquierdista fue bautizada como Omloop Het Volk pero no llegó nunca a hacer sombra a De Ronde como la carrera preferida por los flamencos.

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Curiosamente, los dos antiguos periódicos rivales, Het Volk y Het Nieuwsblad, terminaron fusionados en 2009. El mismo año en el que se creó la empresa Flanders Classics, hoy responsable de la organización tanto de la Omloop como de De Ronde. Pese al estigma de su colaboración con el nazismo, después de la Segunda Guerra Mundial el Tour de Flandes no perdió ni un ápice de su popularidad, consolidándose como una gran fiesta identificada con el nacionalismo flamenco, un movimiento político de corte conservador sobre el cual todavía pesa aquella complicidad dudosa en el pasado. 

El eterno conflicto entre las comunidades flamenca y valona no ha hecho sino acentuar el carácter simbólico de De Ronde. Una buena muestra que ayuda a entender porque Bélgica es el país del mundo que ha pasado más tiempo sin gobierno —en 2020 volvió a tener presidente tras 650 días de interinidad—y porque De Ronde es mucho más que una carrera ciclista.

*El artículo completo lo puedes leer en el número VOLATA#26

Imagen de cabecera: Getty Images

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