Cuando el Tour de Francia reivindicó Alsacia y Lorena

Durante la disputa de su cuarta edición, en un ya lejano 1906, el Tour de Francia cruzó por vez primera las fronteras galas para adentrarse en las regiones de Alsacia y Lorena, unos territorios que se encontraban por aquel entonces bajo soberanía germánica. La carrera volvió a visitar aquellas zonas durante los cinco años siguientes hasta que las autoridades alemanas se hartaron.

El nacimiento del Tour en 1903 coincidió con un periodo histórico en el que Francia aún vivía bajo el impacto psicológico que para su nacionalismo había conllevado la pérdida de las regiones de Alsacia y Lorena. Estos dos territorios se encontraban bajo soberanía alemana desde la firma del Tratado de Fráncfort, el acuerdo que puso fin a la Guerra franco-prusiana de 1870 y 1871 y que había comportado la anexión al Reich alemán de las que hasta entonces habían sido las regiones francesas del este. 

La reivindicación de la soberanía de Alsacia y Lorena se convirtió, desde entonces, en una obsesión para una Francia que defendía que su frontera natural con Alemania venía marcada por el curso del río Rin. De hecho, fueron múltiples las iniciativas que durante las décadas posteriores a la anexión alemana de 1871, pretendían poner en evidencia que Alsacia y Lorena, a pesar de la momentánea dominación germánica, eran territorios franceses.

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La celebración del Tour de Francia, que desde su primera edición se convirtió en un gran éxito de público, brindó la posibilidad de intentar dibujar un mapa del Estado francés, a través del recorrido de la prueba, que incluyera los territorios perdidos en favor del Imperio alemán. He aquí porqué en su tercera edición, la de 1905, el Tour decidió acercarse al máximo a la frontera con Alemania incluyendo en su recorrido la ascensión al Ballon d'Alsace, una cima de la cordillera de los Vosgos que simbolizaba el recuerdo de la tierra perdida.

Victoria política del Tour

Después de arrimarse a la frontera, el Tour logró, en su siguiente edición, la de 1906, cruzarla por vez primera para recorrer 76 kilómetros por Alsacia y Lorena. Ese primer paso del Tour por un territorio que no era formalmente francés fue todo un hito político y había sido negociado por el director de la prueba, Henri Desgrange, con el presidente alemán de la región, el conde Johann Friedrich Alexander von Zeppelin-Aschhausen, sobrino del constructor de dirigibles y gran aficionado al ciclismo.

El conde Zeppelin felicita a Louis Trousselier, ganador ex aequo junto a Emile Georget de la segunda etapa del Tour de 1907 entre Roubaix y Metz (Fuente: La Vie Au Grand Air)

El aristócrata autorizó el paso de la prueba francesa seducido por los argumentos de Desgrange, que defendía la neutralidad política de un gran acontecimiento deportivo como el Tour. Tan solo puso una única condición: poder revocar el permiso en el caso en que las autoridades de Berlín así lo consideraran oportuno. Este primer paso del pelotón del Tour, sin ningún alto en el camino, fue recibido de manera entusiasta por buena parte de la población de la región que no tan solo aclamó a los ciclistas, sino que también hizo lo propio con los coches de la prensa francesa que cubrían la prueba.

Para la edición del año siguiente, Desgrange negoció la autorización de von Zeppelin-Aschhausen para que Metz, capital del distrito de Lorena, se convirtiera en ciudad etapa y, por lo tanto, acogiera la llegada del Tour, una circunstancia que permitió congregar a miles de personas en un acto de inequívoca lectura política.

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En aquel 1907, los carteles que anunciaban la llegada del Tour a la ciudad fueron los primeros que pudieron verse exclusivamente en la lengua de Molière desde la anexión de Metz a Alemania en 1871. También fue la primera vez que se pudo escuchar La Marsellesa, cantada por el público al paso del pelotón, un gesto que irritó enormemente a las autoridades alemanas que habían dado la instrucción de evitar la exhibición de símbolos franceses durante la prueba.

Cartel promocional de la ciudad de Estrasburgo, obra de Lucien Blumer y editado en 1930 por los ferrocarriles franceses (Fuente: Chemins de Fer d'Alsace et de Lorraine)

Una de las anécdotas derivadas de esta voluntad de esconder los emblemas galos fue la confiscación policial, durante la llegada del Tour a Metz, de una bandera de Luxemburgo que, por sus colores, fue confundida con la enseña francesa. A pesar de estos sucesos, el Tour fue muy bien recibido en Metz por von Zeppelin-Aschhausen, que dedicó una recepción oficial a los participantes con presencia de los más altos oficiales militares germánicos, un hecho que propició que la carrera renovara su paso por la ciudad en su edición de 1908.

Con la incursión en territorio alemán, el Tour redibujaba de algún modo las fronteras de Francia. Por eso era tan importante para el nacionalismo francés el paso de la prueba por Alsacia y Lorena, que no era considerado una incursión en el extranjero, sino la marcha natural de la carrera por un territorio que se encontraba, de manera circunstancial, bajo ocupación germánica. Precisamente por el simbolismo político del paso del Tour por esta región, a partir de 1909, fue la asociación Lorena Deportiva, una entidad pro-francesa dedicada a la promoción del deporte y de la cultura, la que asumió la organización de la etapa de Metz de la gran carrera ciclista gala. 

Si bien el Tour fue acogido por un público menos numeroso que en las ediciones precedentes, lo cierto es que la llegada de la prueba tuvo un evidente componente nacionalista francés. Una situación que se repitió en 1910 cuando, a pesar de la prohibición de los símbolos galos, la comitiva del Tour fue recibida al son de La Marsellesa. Esta manifestación pro-francesa fue duramente censurada por las autoridades alemanas que consideraron que la entidad Lorena Deportiva "trabajaba bajo la cobertura del deporte para desarrollar el espíritu francés entre los jóvenes" y que, por lo tanto, había que detener sus actividades para frenar la extensión del sentimiento francés entre la población del territorio.

El conde Zeppelin esperando la llegada del Tour de 1910 a la ciudad de Metz (Fuente: www.delcampe.net)

Tensión entre Francia y Alemania

La tensión creciente entre Francia y la Alemania imperial, provocada en buena parte por la disputa de las regiones de Alsacia y Lorena, provocó la reacción fulminante de las autoridades germánicas contra las entidades pro-francesas de estos territorios. En consecuencia, el 12 de enero de 1911, se decretó la prohibición de la asociación Lorena Deportiva al considerar que sus actividades iban contra los intereses de Alemania. Con la ilegalización de la entidad que había organizado la acogida del Tour en sus dos últimas visitas a Metz se prohibía también que la prueba volviera a la región. 

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El káiser Guillermo II, pues, prohibió que el Tour de 1911 cruzara Alsacia y Lorena como había hecho durante las cinco ediciones anteriores. La decisión era uno de los muchos síntomas que apuntaban a que franceses y alemanes caminaban hacia la Gran Guerra. Un conflicto bélico que estalló el verano de 1914 y que fue aprovechado por un soldado francés para reclamar, desde las páginas del periódico L'Auto, el organizador del Tour, que la edición de 1915 pasara por Metz y por Estrasburgo como símbolo de la soberanía francesa sobre Alsacia y Lorena y para denunciar la falta de legitimidad de las autoridades germánicas sobre estos territorios.

Cartel promocional de la ciudad de Metz, en Lorena, editado por los ferrocarriles franceses (Fuente: Chemins de Fer d'Alsace et de Lorraine)

A pesar de la sugerencia, el Tour de 1915 no discurrió por las carreteras de Alsacia y Lorena, entre otras cosas, porque nunca llegó a celebrarse. La tragedia de la Gran Guerra lo impidió. La prueba no volvió a disputarse hasta el verano de 1919 cuando, coincidiendo con la firma del Tratado de Versalles que certificaba el triunfo francés sobre Alemania en la Primera Guerra Mundial, volvió a dibujar un itinerario que simbolizaba la unificación territorial francesa y que incluía el paso por Alsacia y Lorena con una etapa entre Estrasburgo y Metz.

Las páginas de L'Auto certificaron el simbolismo que tenía el hecho de que el Tour volviera a recorrer estas ciudades: "¡Estrasburgo! iMetz! Y no es un sueño. Iremos allí, a nuestra casa. Pasaremos a lo largo del Rin! Con Estrasburgo y Metz nuestras ambiciones quedan satisfechas, el Tour de Francia queda completo!". Unas afirmaciones que certifican de manera muy elocuente que el Tour era mucho más que una simple prueba ciclista. Entre otras muchas cosas, era un elemento clave para dibujar en la mente de los franceses las verdaderas fronteras de su país.

Imagen de cabecera: Presse Sport

*El texto se publicó originariamente en el número VOLATA 34

 

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