Urdaibai, una reserva ciclista con presencia en el Tour de Francia

Nos dejamos inspirar por la diversidad paisajística, la fauna y la flora del entorno de Urdaibai. La única Reserva de la Biosfera de Euskadi será protagonista en la primera etapa del Tour de Francia 2023. Recorremos cerca de 80 kilómetros en una ruta llena de contrastes en la que nos dejamos guiar por el exciclista profesional Beñat Intxausti. 

La bicicleta es la mejor compañera de fatigas para descubrir nuevos rincones, y si existe un lugar paradisíaco en términos ciclistas ese es el País Vasco. Este enclave aglutina un terreno predilecto para la práctica de este deporte. Quizá eso explica la cantidad de ciclistas profesionales de la zona y, sobre todo, la entrega de un público que vive el ciclismo como una filosofía de vida. Este 2023 Euskadi protagoniza el Grand Dèpart del Tour de Francia y en la primera etapa, con salida y llegada en Bilbao, el pelotón recorrerá parte del espacio natural de Urdaibai, declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO en 1984. 

Quisimos explorar las vertientes cicloturistas que ofrece este lugar con un recorrido de 78 kilómetros que acumulan más de 1.800 metros de desnivel positivo. Desde las playas hasta la ascensión al monte Oiz, la montaña más alta de Urdaibai (1.026 m). La ruta tiene una estructura circular en la que Gernika-Lumo se convierte en el centro neurálgico de esta salida en bicicleta. Allí nos reunimos con el ex ciclista profesional Beñat Intxausti, quien será nuestro guía local para descubrir y comprender todos los rincones que esconde el recorrido. 

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Marismas, playas y costa

Sin duda, el inicio está marcado por un potente componente histórico. Tan solo cien metros después de arrancar con la bicicleta aparece la representación a tamaño real en un mural cerámico del famoso cuadro “Guernica” de Pablo Picasso sobre el horror del bombardeo que sufrió la ciudad durante la Guerra Civil en 1937. Poco después se supera el puente de Errentería, que cruza la ría de Mundaka, y es el momento en el que la ruta se aleja del casco urbano y se adentra en un tramo en el que el cambio en el paisaje es evidente, pasando al verdor característico de Euskadi, las vacas pastando y los caseríos. 

Desde esa carretera inicial, a la altura de Kortezubi, se pueden hacer diferentes incursiones y desvíos de la ruta para acercarse al yacimiento prehistórico de la Cueva de Santimamiñe y al colorido Bosque de Oma. Es a partir de ese punto cuando las vistas del estuario de Urdaibai comienzan a ganar protagonismo a través de una corta ascensión en la que la carretera serpentea en paralelo al amplio paraje natural. La marea baja permite observar con detenimiento las marismas y las zonas de arena húmeda. Un tendido y rápido descenso nos aproxima al nivel del mar y nos conduce hacia la playa de Laida. 

Este punto se convierte en un mirador improvisado que permite detenerse por un instante y contemplar de manera privilegiada la irregular y acantilada costa a la otra orilla del estuario, con el cabo de Matxitxako al fondo, el pueblo pesquero de Bermeo y Mundaka, que da nombre a la ría. Ese componente costero nos acompañará hasta conectar con la segunda playa, la de Laga. “Es mi rincón favorito. La vuelta a las playas era, y continúa siendo, mi ruta antiestrés”, detalla Intxausti.

Decorado ondulado

El escenario costero cambia una vez superada Laga, pues la ruta comienza a adentrarse de nuevo hacia el interior de Urdaibai por Ibarrangelu. Este pequeño pueblo nos recibe con un tradicional frontón, el terreno de juego de la pelota vasca, a pie de carretera. La tendencia desde este punto comienza a ser ascendente, una dinámica que se hace todavía más evidente a partir de Ereño, donde arranca una de las secciones más bonitas de la ruta. La carretera pasará a ser más estrecha, en buen estado, pero, sobre todo, muy tranquila, silenciosa y ausente de tráfico. El tramo es una sucesión de toboganes que van poniendo a prueba tus fuerzas camino de Nabarniz, la segunda cota más elevada de Urdaibai y que el pelotón del Tour de Francia ascenderá por esta misma vertiente.

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El descenso es una auténtica delicia. Tiene la inclinación adecuada —siempre en torno al 6%-7%— para una bajada sinuosa, sin grandes complicaciones técnicas que navega a través del bosque. En el camino nos encontramos con pequeñas cascadas de arroyos que transcurren en paralelo o en perpendicular a la carretera. Esta bonita postal culmina con la parada obligatoria en una taberna para tomar un café y cargar el depósito comiendo algún ‘pintxo’. Esta recarga de energía a mitad del recorrido será necesaria para afrontar la aproximación a Munitibar, con varios repechos entre plantaciones de kiwis y viñedos, de los que, precisamente, se consigue uno de los vinos más populares en Euskadi: el Txakoli.

El gigante de Urdaibai

La llegada al pueblo de Munitibar marca el inicio de la ascensión de nueve kilómetros al monte Oiz. La primera parte, que corresponde a la subida al Balcón de Bizkaia, es un tanto irregular y mantiene zonas más suaves en las que según nos confiesa el propio Beñat permite incluso meter el plato grande. Esos cerca de cuatro kilómetros iniciales transcurren por una carretera ancha de doble sentido hasta un pequeño páramo en el que se encuentra el cruce a izquierdas donde el puerto cambia por completo su fisonomía. Carretera estrecha, mayormente de hormigón fácilmente transitable y pendientes muy pronunciadas. 

El monte Oiz supone un desafío físico, y, al mismo tiempo, un lugar que te cautiva por sus vistas. Las rampas constantes por encima del 10%, y tramos que superan con creces el 20%, se compensan con una simple mirada a la hipnotizante instantánea que nos ofrece toda la Reserva de la Biosfera de Urdaibai y el estuario exhibiéndose al fondo. Conforme se acerca la cima, los árboles comienzan a desaparecer y se abre paso un terreno ausente de vegetación. “Por eso me gusta llamarlo el mini Mont Ventoux”, comenta entre risas Beñat Intxausti por su similitud con la montaña de la Provenza francesa. 

Bizkaia a vista de pájaro 

Tras una exigente ascensión a Oiz es momento de respirar, tomar aire y, sobre todo, recrearse con la panorámica que ofrece no solo de Urdaibai, sino también del conjunto de Bizkaia. Desde la cima se puede contemplar el Parque Natural de Urkiola, el pico de Anboto, la cuenca del río Ibaizabal con ciudades como Durango, sede de una de las clásicas más prestigiosas del calendario femenino como la Durango-Durango Emakumeen Saria, y, a lo lejos, también se vislumbra parte de Bilbao, la capital de Bizkaia. 

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El descenso se realiza a través de la misma carretera y el regreso a la calzada más amplia nos dirige al Balcón de Bizkaia. Esta ubicación puede ser una alternativa menos dura, eludiendo la subida a Oiz, en la que tener una excepcional vista de todo Urdaibai. Una explosión de color verde en diferentes tonalidades en plena primavera. El retorno hacia Gernika es un agradable y sinuoso descenso señalizado como un paso habitual de ciclistas, lo que proporciona una mayor sensación de seguridad. Esos últimos kilómetros atraviesan una serie de núcleos rurales como Urrutxua, Albiz, una de las parroquias más antiguas de Bizkaia, Marmiz o Elejalde. 

El entorno de Urdaibai reúne esos ingredientes que forman parte de la fórmula del éxito en el cicloturismo de carretera: amplia red de carreteras secundarias y poco transitadas, rutas versátiles, ascensos desafiantes, cafeterías y tabernas. El recorrido a través de este espacio natural permite perderse, detenerse y disfrutar sin prisa ni ataduras. Porque Urdaibai es un rincón con múltiples miradas. Y lo bonito es que cada ciclista encuentre la suya. 

Puedes descubrir más rutas e información sobre Urdaibai como destino ciclista en urdaibaibikereserve.com

*El texto completo lo puedes leer íntegramente en el número VOLATA39

 

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