Carreteras departamentales, un coche automático, bosques volcánicos y café malo, el viaje del Tour Femenino 2023

2.350 km para recorrer las ocho etapas de la segunda edición de la ronda francesa femenina, una aventura al volante que nos ha permitido viajar por Francia y descubrir muchas otras realidades. Una intensa aventura que tiene su miga a nivel logístico.

La cobertura de este Tour de Francia Femenino 2023 ha sido todo una aventura... y ¡qué aventura! Todo empezó cuando conseguimos que A.S.O. nos concediera una acreditación a principios del mes de julio —que no es nada fácil—, y a partir de ahí todo se precipitó: revisión del recorrido, búsqueda y reserva de hoteles, planificación de la logística entre ciudades, previsión de gastos de gasolina, peajes, comida…

Mientras íbamos construyendo todo el plan logístico y también diseñando los contenidos, nos llegó la buena noticia de que una marca de automóviles como Škoda —muy cercana a los grandes eventos ciclistas desde hace veinte años— apostaba por colaborar con nosotros en esta cobertura. Fue fue una gran alegría, que nos ha ayudado a balancear la inversión económica que supone cubrir una carrera de este tipo. 

Gracias a esta colaboración nos hemos desplazado con un Škoda Karoq automático que nos ha ido de lujo (¡Gracias!). Confieso que nunca en mi vida había conducido un coche automático antes y al principio fue algo extraño, pero os aseguro ha habido momentos en los que ha sido una bendición, como, por ejemplo, subiendo el Tourmalet con la carretera plagada de ciclistas. Conducir un automático también me ha permitido entender porqué todos los coches de los equipos ciclistas ya son así: quemar embragues y cajas de cambio por los constantes cambios de velocidad durante las carreras ya es historia. Además, la nueva generación de vehículos son menos ruidosos y emiten menos humo, cosa muy importante si estás cerca de atletas profesionales.

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Colocando la pegatina de la acreditación de prensa en el coche en Clermont-Ferrand (día previo al inicio de la carrera)

La llamada "zona mixta" en la que los periodistas esperan a poder "cazar" declaraciones cuando las ciclistas pasan tras la presentación de equipos

Las corredoras han completado 960,4 km sobre la bici en este Tour Femenino, a los que hay que sumar los kilómetros en coche y en el autobús para desplazarse a los hoteles y la siguiente meta de salida. Por suerte, el recorrido no implicaba grandes traslados entre ciudades, lo que ha mantenido la logística en términos razonables. Aún así, los miembros del staff de los equipos dedican mucho tiempo a planificar toda la movilidad, porque eso puede afectar al rendimiento de las ciclistas. Del mismo modo, no controlar la logística como periodista puede ser clave, ya que puede que no encuentres donde aparcar o elijas mal la ruta y te encuentres con carreteras y calles cortadas, y en consecuencia, llegues tarde y no puedas cubrir la carrera ni hacer las entrevistas previstas. No son detalles menores y el Tour no espera a nadie.

He recorrido más de 2.340 km al volante con un total de 33 h 20 min de conducción. ¡No está nada mal! Si hacemos el cálculo, la velocidad media sale a unos 67 km/h, porque en la conducción hay innombrables momentos de atascos, búsqueda de aparcamiento, paso por núcleos urbanos, de esperas varias y de dar vueltas porque no hay manera humana de encontrar el hotel ni la sala de prensa (ver Stories en Instagram)

Izquierda: la preciosa carretera hacia Mauriac (2ª etapa), con bosques de origen volcánico; derecha: aparcando donde buenamente pudimos en Collonges-La-Rouge (3ª etapa)

He podido ver todo tipo de carreteras y de asfaltos: desde autopistas con piso suave como la seda hasta caminos de tierra asilvestrados siguiendo a ciegas el Google Maps, pasando por tramos llenos de agujeros y parches reblandecidos por las altas temperaturas. Y, cómo no, las estrechas carreteras departamentales francesas llenas de curvas entre viñedos y campos de trigo que tantas veces hemos visto en la tele durante la primera semana del Tour. Tienen su encanto, claro, a excepción de cuando tienes que estar durante muchos kilómetros circulando a 50 km/h detrás de una autocaravana o un tractor y sin poder adelantar.

El hecho de conducir y ser itinerante durante doce días (ocho etapas del Tour y cuatros días para ir y volver de Barcelona) permite experimentar otra gran vuelta por etapas, la que no se ve y que empieza cuando las ciclistas ya han terminado de competir. Cubrir el Tour de Francia es un viaje en sí mismo que te sumerge dentro de un modelo de evento deportivo con ciento veinte años de historia que tiene sus pros y sus contras en el que puedes descubrir las distintas realidades de un país, más allá de los châteaus catalogados y los paisajes que se ven en la tele.

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De aquí salen las miles de camisetas a topos rojos que vemos cada año en las cunetas del Tour (7ª etapa, Tourmalet)

Táper con ensalada de pasta en la sala de prensa de Blagnac (6ª etapa)

Somos un medio deportivo y tenía que centrarme en conocer de cerca de la actualidad ciclista que cada día aparecía, pero creo que es imposible no tener una mirada que vaya más allá, porque cada día el entorno y las circunstancias eran distinto. Desde los exuberantes bosques del Parque natural regional de los Volcanes de Auvernia (2ª etapa) a los campos de trigo de Cahors (4ª etapa) pasando por la alta montaña del Tourmalet (7ª etapa). Desde salas de prensa alojadas en auditorios a modestos polideportivos locales con baños compartidos (en las stories de nuestro Instagram podéis recuperar más imágenes)

Cuando los operarios quitaban las vallas en las ciudades de llegada o salida, la realidad local emergía sin el maquillaje de las grandilocuentes infraestructuras del Tour. Personalmente, me encantaba pasarme por esos mismos lugares cuando el circo había casi desaparecido y ver qué había ahí. 

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Aquí estaba la meta de la tercera etapa del Tour Femenino en Mauriac, una calle modesta pero recién asfaltada. 

Rueda de prensa de Lorena Wiebes en el Salón de Fiestas de Mauriac con las sillas que seguramente usan para actos populares y escolares (3ª etapa)

No es lo mismo que el Tour pase un domingo por Pau —ciudad con un gran músculo turístico y con mucha oferta hostelera, que casi ni se enteró del paso de la carrera—, que un martes en Montignac, un pueblo del departamento de la Dordoña de menos de tres mil habitantes que se volcó con el paso de la carrera, o un viernes por un barrio lleno de pisos de protección oficial de Blagnac, en el extrarradio de Toulouse, con realidades sociales bastante duras que se miraban el Tour con extrañeza.

Capítulo aparte se merecen los hoteles (¡Cucu! Esas sorpresas al abrir la puerta de la habitación) y las realidades gastronómicas locales. Solo os diré que nunca había comido tanto queso, tantos cruasanes, tanta mantequilla ni tanto pato en mi vida, ni había bebido un café tan, ejem, malo. Pero eso lo dejo para otra ocasión… ¿Lo mejor de viaje? La parte humana: poder haber entrevistado a ciclistas excepcionales y conocer a grandes profesionales ha sido una gran experiencia.

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