Entre pájaros y arrozales en L’Albufera

Nos dejamos inspirar por la diversidad de la fauna de L’Albufera de Valencia. Trazamos una ruta llana y circular de 100 km pensada para ser recorrida con bicis gravel que conecta diversas casetas de regadío decoradas con murales de aves autóctonas del artista Pedro Mecinas. 

En las primeras horas del día, unos débiles y tímidos rayos del sol se abren paso entre la espesa niebla en Catarroja, el punto de inicio de nuestra ruta. Ante nosotros, nos esperan 100 km que recorrer a través de L’Albufera valenciana, junto al artista y fotógrafo Pedro Mecinas. Es el autor del proyecto Ocells de l’Albufera, Pájaros de L’Albufera en valenciano, formado por diferentes murales de especies de aves autóctonas pintados sobre antiguas casetas de regadío.

Durante nuestra ruta iremos enlazando estas paredes ilustradas, en un recorrido en el que nos alejamos de los puntos turísticos clásicos de la zona en busca de cultura, las tradiciones y la sensación de inmersión total en un entorno natural y paisajístico único. 

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Este proyecto de pintura mural se inició en pleno confinamiento, ante la imposibilidad de desplazarse y como fruto de la inspiración de un pequeño proyecto fotográfico de documentación del proceso de elaboración del arroz en València que hizo años atrás y que tenía guardado en un cajón.. A partir de ahí, el creciente interés por la ornitología de Pedro y la naturaleza como fuente de inspiración han hecho el resto hasta completar un total de dieciséis casetas ilustradas, por ahora. 

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Uno de los primeros puntos emblemáticos del recorrido es el Port de Silla, uno de los pocos puertos que tiene el lago de L’Albufera de Valencia. Este lugar es un referente paisajístico singular con mucha historia, que ofrece al visitante un paraje relajante donde desconectar y disfrutar del contraste entre el agua y la tierra. La paz que rodea este rincón, en el que reinan las barcazas de los pescadores, es una de esas sensaciones difíciles de olvidar. 

Volvemos sobre nuestros pasos y recuperamos el camino principal del Camí vell de Russafa. El aire frío nos golpea en la cara mientras rodamos entre campos de cultivo de naranjas y kakis que, poco a poco, nos permiten adentrarnos en el Parque Natural de L’Albufera. Tenemos la sensación de entrar dentro de un universo vivo a través de sus arterias. A lo largo de los kilómetros, el recorrido irá intercalando pistas de grava de baja dificultad técnica, algunos singletracks y tramos de carreteras secundarias tranquilas. 

L’Albufera es rica en biodiversidad, transmitiendo una pasión que contagia. Y así lo transmite Pedro, que la siente como suya. Unas trescientas especies de aves conviven junto con otros animales. Algunas de ellas, las ha dibujado en sus murales: la golondrina común, la gaviota sombría, el falconet o cernícalo, el flamenco, la garza real, el picaport o morito común...

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Algunas de estas especies presentan ciertas problemáticas, como el Chorlitejo, que es una ave amenazada que anida en las dunas, por lo que sus nidos son destruidos por el hombre si no se acotan debidamente. Otro de las especies más amenazadas, quizá la que más, es el Bigotudo. Se trata de un animal muy delicado que solo se reproduce en condiciones óptimas del humedal. Otro ejemplo es el de la lechuza, que es buenísima para los agricultores, ya que ejerce de control natural de plagas, se come pequeños roedores y favorece la buena calidad del arroz.

Con el sol ya en las alturas, hacemos una parada para almorzar, uno de esos placeres sencillos de la vida. El esmorzaret en Valencia es cultura de barra, es conversación liviana salpicada de anécdotas y risas. El menú es una reminiscencia de la cultura local, tierra de agricultores que antiguamente se levantaban a realizar las faenas del campo con la salida del sol y, por lo tanto, era necesaria una potente ingesta durante la mañana, siempre en cuadrilla. 

Mientras retomamos la marcha, continuamos  pedaleando y avanzando a través de los caminos, en los que las tierras de cultivo que se extienden a lo largo de kilómetros y kilómetros están tan solo salpicadas por casetas de regadío, alguna colina o ermita remota. La sensación es que estamos solos, maravillosamente solos.

Muchas de estas casetas están prácticamente en desuso o sirven tan solo como almacén para las herramientas de trabajo. Sin embargo, una semana al año, después de la temporada de caza a finales de enero, comienzas Les Cábiles una tradición que dura nueve días en la que vuelven a cobrar vida. Esta fiesta posee un gran arraigo local y, aunque sus orígenes están ligados a la caza, ahora es celebrada por cientos de personas, desde niños a mayores, reunidos en las casetas del marjal, para hablar, celebrar, pasear en barca y disfrutar de la cocina tradicional.

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Superamos Sueca y nos dirigimos hacia el norte hasta la Muntanyeta dels Sants en el km 57. En la cima, donde se posta una ermita blanca que ofrece unas vistas inmejorables sobre un territorio absolutamente único. Desde nuestra posición privilegiada vemos la mayoría de terrenos, ahora ahogados en agua porque pedaleamos justo tras la perellonà, la inundación de las tierras una vez terminada la cosecha en octubre. 

La ruta continúa hacia al noroeste hasta las compuertas del lago, en la carretera del Saler (km 85), y su salida al mar Mediterráneo, a través de una extensa red de pistas entre campos regados por canales. Nuestro camino serpentea entre la costa silvestre y la civilización, con el sonido de miles de pájaros como única banda sonora de nuestro viaje. Las alternativas para recorrer la zona sobre grava son infinitas, y, en todas ellas, la sensación es que el mar parece lejano, y eso que su presencia está siempre a poca distancia de nosotros.

Cerca de donde estamos, existe el Centro de Recuperación de Fauna La Granja de El Saler. Este centro permite ser consciente de la idea real de toda la fauna que habita el parque y de toda la casuística sobre su conservación. Pedro nos cuenta cómo él mismo ha llevado distintas especies al Centro, donde han sido recuperadas por especialistas y finalmente puestas de nuevo en libertad.

Al final del recorrido, de vuelta a Catarroja, comentamos el impacto visual de su proyecto muralista y sobre cómo ha conseguido que esas grandes pinturas se mimeticen con el paisaje. Tras ir conectando casetas en bici, el proyecto Ocells de l’Albufera cumple con su misión de estar en armonía con el entorno, siempre vivo y cambiante. Tanto la propuesta de pintura mural como la ruta solo buscan la contemplación desinteresada, detenerse a observar, valorar y, sobre todo, respetar. 

El recorrido de esta aventura, caracterizado por una conducción rápida, prácticamente llana y sin dificultades técnicas, me ha sorprendido por la variedad de sus paisajes y por la capacidad de desconexión mental que te proporciona. Es un paraíso natural a pocos kilómetros de la ciudad de Valencia, pero parecía que nos habíamos transportado a otro planeta. El terreno permite, además, hacer adaptaciones para todo tipo de niveles y ciclistas, coger atajos, explorar, improvisar sobre la marcha, lo que lo convierte en una experiencia aún más espectacular.

El grupo Shimano GRX Di2 2X les acompañó durante el viaje

Para una experiencia ciclista como la que hemos podido desarrollar por las pistas y caminos de L’Albufera, en la que en muchas ocasiones el cuerpo pedía recrearse en la velocidad de crucero, Ibai y Pedro han contado con bicis montadas con el grupo GRX de Shimano, especialmente diseñado para el gravel y el ciclismo de aventura. Un todo terreno que permite tener la flexibilidad necesaria para afrontar cualquier recorrido casi sin mirar el estado o el tipo de piso. 

Se puede combinar con un amplio espectro de componentes de la familia Shimano y está disponible en tres series distintas: la RX400 de 2x10 marchas (que sería el equivalente al Tiagra), la RX600, de 1x11 o 2x11 (equivalente al Shimano 105) y la RX800, la gama más alta, de 1x11 o 2x11 (que equivaldría al modelo Ultegra) disponible en versión mecánica o la electrónica Di2. 

Además, ambos se beneficiaron del sistema de estabilización de la cadena conocido como Shadow RD, que minimiza movimientos innecesarios del desviador y hace que el cambio fluya con facilidad, y de las manetas de freno, que el RX800 tienen incorporada la Servo Wave, proveniente de los frenos de bicicleta de montaña de Shimano. Hay que decir, sin embargo, que esta vez poco tuvieron que usarlo.

Zapatillas Shimano RX8 y casco Lazer Sphere

La versatilidad y la comodidad son dos particularidades inherentes al ciclismo gravel. La base sobre la que sustenta gran parte de los elementos de una disciplina en la que los cambios entre el asfalto y la tierra han comenzado a desdibujar su frontera. La marca Shimano ha sabido interpretar esta corriente y su modelo de zapatillas RX8, el primero confeccionado específicamente para el gravel, aúna ambos conceptos.  Un calzado que, además, presenta la practicidad de su sistema de cross country SPD y en el que la rigidez de la suela de carbono permite fluir con suavidad y seguridad.

Esa versatilidad también la encontramos en el casco Lazer Sphere, un modelo originalmente de carretera, pero confeccionado para adaptarse a cualquier tipo de experiencia ciclista. Su diseño adopta una línea estética más redondeada y presenta una aerodinámica que optimiza la posición de la cabeza. Esta característica genera una buena ventilación a la que se le añade la introducción del sistema patentado Advance Rollsys, que mantiene la sujeción y el ajuste vertical del casco.

*Esta es una versión reducida de La Fuga originalmente publicada en VOLATA#31 Consigue la revista para leer el reportaje al completo. 

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