Aventuras en Watopia. Capítulo 1: montar el Zwift Hub fue fácil, lo complicado fue lanzarme a pedalear

Aventuras en Watopia. Capítulo 1: montar el Zwift Hub fue fácil, lo complicado fue lanzarme a pedalear

"Aceptar tener un rodillo inteligente de Zwift en casa significaba enfrentarme a la ciclista frustrada que habitaba en mí". Olga Àbalos, editora de VOLATA, nos cuenta en una serie de varios capítulo su experiencia personal con el mundo de Zwift y un plan de entrenamiento diseñado por la Campeona Olímpica Kristin Armstrong.

Texto: Olga Àbalos

Parece mentira pero en todos estos años en los que llevo siendo periodista —y ya empiezan a ser muchos—, he escrito poquísimas veces en primera persona. Quizás porque soy de esa vieja escuela que cree que quien escribe nunca debe ser protagonista de la historia. O quizás por pudor. Sea como sea, recientemente se me presentó la oportunidad de romper con esta tradición con un proyecto en el que también se me removían algunos aspectos personales.

Hace unos meses tuve la oportunidad de probar el nuevo rodillo inteligente de Zwift, el Zwift Hub, en un encuentro para periodistas. Reconozco que me costó confirmar mi asistencia porque, honestamente, me daba reparo volver a pedalear el público, por algunos de los motivos que iré explicando. Sin embargo, la experiencia fue genial aunque tuve sensaciones encontradas con Zwift, ya que me costó relajarme y simplemente dejarme llevar. Pasaban demasiadas cosas en la pantalla que me distraían de lo que para mí era lo importante, pedalear. Pero eso no impidió que percibiera todo el potencial que podía tener una aplicación así, especialmente para las personas que todavía no tienen la suficiente confianza para salir a rodar al aire libre. Me sorprendió positivamente.

El Zwift Hub es un rodillo inteligente que permite usar esta aplicación de ciclismo indoor en todas sus capacidades, se sincroniza con lo que pasa en la pantalla simulando desniveles y distintas durezas. Me encantó por lo silencioso y estable que era. Además, superé el reto físico con suficiente dignidad, lo que me subió la autoestima. Me quedé lo suficientemente tiempo en el evento para observar como el personal de Zwift lo desmontaban y empaquetaban muy rápidamente, lo que me hizo pensar en qué se había diseñado para que gente no experta o sin pericia mecánica pudieran usarlo. Lo comprobaría yo misma más adelante.

Detalles del embalaje naranja tan característico del Zwift Hub

A partir de esa experiencia, semanas más tarde me llegó la oportunidad de probar durante más tiempo el Zwift Hub en casa. Me hice la remolona durante bastantes días, no porque no lo considerase un producto interesante, sino porque aceptar significaba enfrentarme definitivamente a algunos traumas personales que pude disimular en aquella presentación. Además, me proponían un doblete: que probara el rodillo y que me dejara entrenar por la exciclista professional Kristin Armstrong, que diseñaría un plan de entrenamiento específico para mí.

No es que no me guste la bici —si no, no podría ser directora de VOLATA—, pero en l'última década de mi vida la he tenido muy aparcada, y volver a pedalear significaba ponerme delante del espejo y ver algo que no me gusta: cómo la vida moderna y las obligaciones laborales, me habían hecho dejar de la lado ese espacio personal para cuidarme y disfrutar del deporte. La sola idea de recordar la época en la que competía y solía entrenar 300 km a la semana, me aterraba. No porque tuviera alguna mala caída —que las hubo—, sino porque me costaba aceptar que mi estado físico ahora está a años luz de lo que fue y que me había dejado engullir por lo que el filósofo Byung-Chul Han llama «la sociedad del cansancio».

A pesar de todas las dudas personales, finalmente accedí. Y en unos días recibí en casa una caja naranja con el Zwift Hub. En mi caso, lo pedí con un cassette de 11 piñones. 

Poner en marcha el rodillo

Vale, tenía el rodillo, pero ahora me faltaba la bici. Para mi aventura conté con la complicidad y la confianza de la marca asturiana MMR, que en seguida me mandaron una bici modelo Grand Tour G1 a mi taller de confianza. Cuando la recogí, el camino de vuelta a casa montada sobre ella —los 7,9 km entre el barrio de Sants y el de Horta de Barcelona — fue mágico. Hacía años que no disfrutaba tanto pedaleando. En cada semáforo, no podía dejar de sonreir. Me fijé que en el tubo superior del cuadro había una inscripción: "A world to discover" y pensé era el augurio de algo bueno.

Desempaqueté el Zwift Hub y lo monté gracias a los videos tutoriales que Zwift tiene en su web y coloqué la bici, no sin algún desencuentro con la rueda trasera, el freno de disco y el eje pasante. Tuve que ir a comprar una llave allen que no tenía, pero finalmente logré ponerlo todo en su sitio.

Frame de una etapa del Tour de Francia virtual en Zwift (Fuente: Zwift)

A los pocos días hice la primera sesión vía Zoom con Kristie Armstrong, la que sería mi entrenadora en las próximas semanas. Para romper el hielo, ella me contó cómo pasó de ser Campeona Olímpica —fue medalla de oro en contrarreloj en los Pequín, Londres y Río, entre otros resultados— a convertirse en entrenadora y a usar Zwift como herramienta. Me llamó mucho la atención los planes de entrenamiento que había diseñado para esa aplicación, así como los grupos de entrenamiento que había creado, así como uno para embarazadas. Me encantó la pasión que sentía para acompañar a otras mujeres en el mundo del ciclismo y del deporte.

"Me gustaría que me contaras cuál es tu relación con la bicicleta y si has pedaleado antes", me preguntó. Y aquí fue cuando pensé: "vale, ahora tengo que decidir qué parte de mi historia quiero contar". Respiré hondo y tomé la decisión de no dejarme nada en el tintero. Sentí algo de vergüenza al describir mi modesta trayectoria como ciclista a una mujer que había sido tres veces Campeona Olímpica. "Tengo que escribir unos artículos, cierto, soy periodista, pero veo esta experiencia como una oportunidad personal y quiero aprovecharla", le aseguré. La forma en la que me escuchó hizo que mi misión fuera importante. Cuando oyó que había tenido un pasado como ciclista de competición abrió los ojos y me dijo: "Bien, bien, esto es muy interesante, porque ahora ya sé cómo debo comunicarme contigo".

"Sí, la vergüenza es lo peor —continuó—. Cuando te recuerdas a ti misma en forma y ves que ahora estas a años luz de eso, lo pasas muy mal...". "Sí, te sientes mal, te da mucho pudor e intentas evitar exponerte siempre que puedes", añadí. La conversación con Armstrong me reconfortó y vi que lo que me bloqueaba por dentro era normal. Eso me animó a contar mi experiencia con el Zwift Hub en primera persona como, casi al estilo gonzo, para mirar de frente a esa ciclista frustrada que habitaba en mí. Pensé que quizás esta aventura pueda conectar con otras chicas y mujeres que no se atrevan a dar el paso para recuperar ese espacio personal abandonado: por baja autoestima, por falta de confianza, por presión estética, porqué la familia y el trabajo les demanda demasiado o por cualquier otro motivo.

"¿Cuál es tu objetivo?", me preguntó después. "Contar una historia, pero también volver a ser capaz de rodar durante 70, 80 o 90 km y disfrutar con ello", le contesté tras tomarme unos segundos para pensar. Ella sonrió y tomó nota. También le conté que en los últimos meses había conseguido incorporar a mi agenda dos momentos para el deporte: el lunes noche, piscina, y el domingo mañana, correr. "Vale, ¿pues establecemos las sesiones de Zwift para el miércoles y viernes?", propuso. Ya teníamos un plan.

Me sugirió sincronizar todas la sesiones con Training Peaks, el gestor de entrenamientos, lo que me pareció una buena idea. Había oido hablar de esa plataforma, usada por muchos deportistas profesionales, así que lo entendí como otra una oportunidad para conocer de primera mano cómo funcionaba y qué significaba ser disciplinada con la gestión de los datos, dar feedback regular con respecto a mis sensaciones, etcétera. "Pero lo importante—no dejaba de repetirme Kristin— es ser constante para volver a recuperar el hábito. Así como te bloqueas el tiempo para una reunión, te lo puedes bloquear para hacer deporte".

El primer viaje por Watopia

Una de las cosas a la que más respeto tenía de este entrenamiento con Zwift era la prueba de FTP, que corresponde a las siglas de Functional Threshold Power (Umbral de Potencia Funcional) y representan el máximo número de vatios que puedes esperar de promedio en una hora. Dicho de otro modo, es un test de resistencia que determina tu nivel y permite trabajar sobre un plan de entreno a medida.

"No te preocupes, de momento no haremos el FTP. Prefiero que antes te familiarices con Zwift y simplemente disfrutes estos primeros días", me comentó Kristin en nuestra reunión.

Aun así, el primer día pasé muchos agobios, porque tardé lo suyo en tener bajo control todas las aplicaciones que debía bajarme: la app de Zwift para el ordenador, la app Zwift Companion para el móvil —que es una especie de control remoto que permite tener todas la actividad documentada, interactuar con otros usuarios...—, y la app de Training Peaks para que luego que estuvieran todas sincronizadas. Pero una vez lo conseguí, y a pesar de que ya eran casi las 21 h de la noche, enchufé el Zwift Hub y lo puse todo en marcha. Al final, usar el rodillo fue lo más fácil: se conectó automáticamente con Zwift y ya parecía todo listo para rodar. Me puse un culotte, una camiseta y desempolvé mis viejas zapatillas Sidi de carretera.

La primera rodada en Watopia (Fuente: Zwift)

Para esta primera sesión, Kristin me escribió en Training Peaks, "entra en Zwift en el apartado ‘Just Ride’ y juega". "Ya verás que te pedirá que vayas eligiendo el camino en cada intersección. Simplemente haz lo que te apetezca, piérdete y disfruta". Escogí una ruta llana en el universo Watopia para empezar y rodé por esos paisajes de fantasía durante 30 minutos.

Al principio fue algo abrumador. ¿Quiénes eran todas esas personas que estaban ahí? ¿Por qué algunos tenían maillots distintos? ¿Por qué algunos rodaban en grupo? ¿Por qué algunos tenían como una pantalla en el manillar? Llamadme millenial, pero tardé lo suyo en entender todo lo que estaba pasando, los mensajes que me iba lanzando el sistema —«Close the gap!»—, cuando lo que yo quería era  simplemente a pedalear y que me dejaran en paz en mi via crucis. Tenía que procesar muchas emociones internas. Sin embargo, al cabo de unos minutos, empecé a asimilar todos los inputs externos: desde los paisajes, a la potencia y la cadencia. Bebí agua, me relajé y observé con curiosidad el mundo de Watopia. Vi entonces que Kristin me había escrito: «Recuerda, no te estreses, solamente pedalea y disfruta explorando :) ¡Tu puedes!».

Imagen de cabecera: Alessandra Bucci

Texto: Olga Àbalos


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