Las pequeñas cosas

Banda Sonora: Raffaela Carrá – Caliente, Caliente, Eo

¿Se imaginan entrenar como posesos durante años, con dedicación prácticamente exclusiva, renunciando a eventos familiares, noches con los amigos, vigilando la dieta, ignorando antojos, empujando los límites cada vez un poquito más para arañar, una a una, décimas de segundo que puedan significar la diferencia entre la victoria y la derrota, y echarlo luego todo a perder por culpa de lo que los norteamericanos llamarían un wardrobe malfunction?

No hablo de un inoportuno y fortuito —o planeado, a saber— destape, como el de la célebre teta al aire de Janet Jackson en el Superbowl de 2004. Me refiero a que un trozo de fina tela o, más concretamente, la milimétrica distancia que la separa de la piel, sabotee las opciones de triunfo de un deportista de élite.

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Por increíble que parezca, ocurre: le pasó a una competidora mexicana durante los Mundiales de natación de Barcelona en 2013, cuando se equivocó de bañador y, enfundada en una talla que le venía grande, se hinchó como un pez globo en la piscina del Palau Sant Jordi, tirando por la borda horas y horas de sacrificio personal.

Este jueves, la cosa empieza mal para Mark Cavendish en la decimosegunda etapa del Tour de Francia, cuando la organización le entrega un maillot verde de dos piezas, en lugar del buzo de una, que prefería el líder de la clasificación por puntos para disputar el posible esprint final, en Nîmes. ¿Manías?

El recorrido de 159,4 kilómetros representa la primera ocasión para que el británico iguale el récord de 34 victorias de Eddy Merckx en La Grande Boucle, tras anotarse tres volatas en la actual edición. Comentábamos esta mañana con La Maja, con motivo de tan inesperada resurrección ciclista, tras sufrir mononucleosis y un amago de depresión, que qué caprichosos son los estados de ánimo que tantas veces definen el éxito o el fracaso en el deporte; en particular el misterioso estado de gracia de un determinado competidor.

¿Existe el clutch, la cualidad que le permite a uno crecerse ante la adversidad, en el momento de la verdad? ¿Cómo explicar las rachas, cuando uno está tan caliente que le sale todo, que no concibe la posibilidad de fallar? ¿Se trata de un truco psicológico? Más allá de sentirse on fire, cuesta razonar el porqué del triplete de Cavendish. Cierto que el camino quedó algo más despejado con el repentino abandono de Caleb Ewan, y que posiblemente aquella inoportuna caída también lastrara a un rival de altura como Peter Sagan, quien, como antes Tim Merlier o Arnaud Démare, tampoco ha tomado la salida.

Sin embargo, en el Tour no falta competencia …allí siguen Sonny Colbrelli, Michael Mathews, Jasper Philipsen y Nacer Bouhanni— y ahora mismo el Manx Missile está en lo que Michael Jordan solía definir como “la zona”, ese eufórico espacio sensorial en que la canasta se ensancha hasta convertirse en barril.

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Si algo nos demuestra el ciclismo es el poder de la mente, incluida su fragilidad. ¿Por qué, cuando un corredor pedalea solo, rueda más despacio que cuando se siente acompañado? ¿Por qué el imperturbable y siempre elegante Primoz Roglic se fue desencajando, minuto a minuto, hasta llegar hecho un guiñapo, descolocado el casco, al final de la penúltima etapa del pasado Tour, que perdió ante Tadej Pogacar en esa maldita contrarreloj?

Aunque ya dejamos los bosques que conducen a la cima lunar del Mont Ventoux, no está de más recordar que el miedo suele hacer al lobo más grande de lo que es, y que, en la alta competición, cada detalle importa: desde la cantidad de carbohidratos que se consumen en el desayuno, al peso de la bicicleta y el aerodinamismo de la vestimenta. Lo dicen también los montañeros: no hay mal clima, hay mala ropa, y es responsabilidad de cada cual ir convenientemente preparado para afrontar las más inesperadas y extremas circunstancias.

Cavendish entrando en la meta de Nîmes (imagen: Tim de Waele / Getty)

Por todo ello frunce el ceño el maillot verde cuando no le permiten enfundarse el mono que antes solo se usaba en las cronos, pero que ahora los velocistas han adoptado como prenda habitual en los finales al esprint. Por lo menos así lo cuenta su compatriota, ex campeón y hoy analista, Bradley Wiggins. Si realmente importa o no en el discurrir de la etapa es otra cosa, un misterio más por resolver en el caprichoso mundo del ciclismo.

Cavendish llega un cuarto de hora después con el resto y acompaña, en calidad de líder de los esprinters, a Pogacar a la zona de podio, donde se despista al ubicar su bici en el espacio reservado al maillot amarillo. Un pequeño detalle, posiblemente nada más que un desliz… ¿O señal de algo más? ¿Cómo saberlo? Quizás, como con el concepto clutch, pueda explicárnoslo Jordan, de natural supersticioso y afilado ojo para descubrir debilidades ajenas. O puede que la respuesta la tenga otro orgulloso y maniático campeón, de apetito voraz, apodo Caníbal y apellido Merckx.

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