Ben O’Connor y la ambición de la aventura

En un ciclismo moderno que muchas se ha tachado de conservador, ver el éxito de apuestas como la de Ben O'Connor en este Tour de Francia recupera la idea de que, en la aventura, empieza el camino de las oportunidades inesperadas.

"Prefiero subir al podio que ganar un etapón", decía el balear Enric Mas después de cumplir una semana de Tour de Francia 2021. "¿Y por qué no las dos?", le podría responder Ben O’Connor (Subiaco, Australia, 1995), uno de esos escaladores que roza el 1,90m, figura espigada con clase que se llevó en solitario la última etapa alpina acabada en Tignes. Ahora es el segundo clasificado en la general, una especie de figura que en estos momentos ocupa ese espacio entre lo inalcanzable (Tadej Pogačar, al que los que parecían sus principales rivales ya tienen a más de 5 minutos) y lo humano, pues se encuentra a solamente dos minutos del maillot amarillo.

O’Connor es uno de esos ciclistas que nadie se espera en las apuestas iniciales, pero cuando acaba apareciendo en los primeros puestos piensas: "claro, ¿cómo no lo había pensado antes?". A sus veinticinco años, el australiano se encuentra en su primer año en el equipo Ag2r-Citröen, donde fue una de las incorporaciones de la renovada plantilla de escaladores tras la marcha de su corredor emblema Romain Bardet.

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A pesar de empezar el 2021 después de una rotura de clavícula en noviembre, sus resultados en importantes vueltas —fue 6º en el Tour de Romandie, 8º en el Critérium du Dauphiné— han dado la razón a la apuesta. Sin embargo, ser un ciclista que busca la general nunca ha estado en sus planes.

Así se vivió la etapa en el seno del equipo:

Atacante por naturaleza

Los que sigan a O’Connor en redes sociales, pueden haberle visto en alguna ocasión haciendo algunos días de bikepacking en la zona de los Pirineos, a menudo acompañado de Tristan Cardew, otro aussie afincado en Girona, un buen corredor a nivel amateur y fotógrafo para equipos ciclistas. No es de extrañar, puesto que para alcanzar la posición que O’Connor tiene ahora mismo en el Tour, hace falta tener genes aventureros en el ADN.

La montaña siempre ha sido su fuerte, desde que llegara a la primera categoría mundial de la mano del equipo sudafricano Dimension Data en 2017, tras dos años en continentales australianos —fue tercero en el Tour des Pays de Savoire 2016, tras dos ciclistas que ya han pisado podio en grandes vueltas, como Enric Mas y Tao Geoghegan Hart, entre otros—.

El australiano durante el transcurso de la etapa novena del Tour (Imagen: ASO / Pauline Ballet)

Sus victorias han sido en cada ocasión en un escenario de mayor relumbrón, siempre en montaña: Vuelta a Austria 2017, Tour of The Alps 2018 y, finalmente, el Giro d’Italia 2020, cuando alzó los brazos en solitario en Madonna di Campiglio tras rematar una potente escapada. "Y con la intención de repetir esto me llevan al Tour", recordaba O’Connor antes de empezar.

A la altura de las circunstancias

El ciclismo tiene estas cosas, que a veces pone a la puerta de una gloria todavía mayor a los corredores que se atreven a ambicionar a por ella. Antes del Tour, O’Connor afirmaba en una entrevista a la cadena australiana SBS: "una de las cosas que quiero asegurarme de no perder es esta naturaleza agresiva a la hora de correr. No creo que pase porque es lo que me gusta. Hay que intentarlo, porque a veces sale bien. Tener un poco de valentía e intentarlo".

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Pero la ambición también puede ser delicada. O’Connor lo sabe, pues tiene entre sus espinas clavadas la ocasión en la que abandonó el Giro d’Italia 2018 tras una caída bajando Sestriere cuando era decimosegundo clasificado provisional, con altas opciones de acabar en el top 10 con solamente veintidós años. "Me dolió mucho porque fue mi culpa, tomé demasiados riesgos por un resultado que ya era muy bueno", recuerda años después.

En este Tour, el primer premio ya ha llegado. Una vez más, el espíritu aventurero ha funcionado. Ahora toca mantenerse para darle un doble premio a su ambición.

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