La noche de Reyes de 1985 fue especialmente gélida. Aquel 5 de enero, una ola de frío siberiano impactó con fuerza en muchos puntos de la Península dejando a su paso imágenes tan atípicas como singulares. En Donostia, el termómetro llegó hasta los diez grados negativos. Después, claro, llegó la nieve. La playa de la Concha se tiñó de blanco y el grosor fue tal que en el mismo paseo se organizó una carrera de esquí de fondo. Era el 15 de enero y ganó Ángel Ortiz frente a miles de espectadores patidifusos. Tras el ganador, segundo, llegó Pello Ruiz Cabestany.
Por aquellas fechas, la temporada ciclista todavía vagueaba, esperando sacar la cabeza después de semanas de letargo. Pello Ruiz Cabestany todavía no sabía que le esperaba un 1985 fructífero. Con el buen tiempo, llegarían también unos resultados excelentes en la temporada de su gran presentación pública. Sin embargo, él siempre confesó que “lo que me gustaba era el esquí de fondo, la bicicleta me servía para entrenar”. Y, por extraño que parezca, el suyo no es un caso aislado.
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Vuelven épocas pasadas
Hubo un tiempo en el que era frecuente y habitual que los ciclistas practicaran el esquí, ya que resultaba un complemento perfecto para la preparación física en invierno. Eran otras épocas, a las que les siguió un cambio de paradigma: los equipos empezaron a prohibir a sus ciclistas que lo practicaran por el riesgo de lesiones que entraña. Es una visión muy generalizada en el mundo del deporte. Sin embargo, muchos son los ciclistas que en la actualidad se defienden muy bien e, incluso, algunos llegan a este deporte previo paso por el esquí.
Bernard Hinault practicando esquí de travesía en una imagen de los años ochenta, cuando Look entró en el ciclismo / Fotografía: Getty
Vayamos al inicio del ciclismo profesional en los Estados Unidos, cuando no había ni estructura, ni equipos, ni casi referentes. Jim Ochowicz, que venía del patinaje de velocidad, convenció a Eric Heiden, estrella mundial de la misma especialidad, para enrolarse a las filas de lo que acabó siendo el 7-Eleven, un equipo repleto de deportistas que venían del mundo de la nieve y el hielo, y que en los meses de calor se mantenían en forma entrenando con la bicicleta. Es el mismo camino que siguió Connie Carpenter-Phinney, uno de los grandes nombres de la historia del circuito ciclista femenino, o el propio Greg Lemond, que la falta de nieve en el invierno de 1975 le obligó a continuar su entrenamiento en la bicicleta. Los resultados llegaron y con ello el trasvase de disciplinas.
En Europa también hay casos significativos de deportistas que empezaron en la montaña compitiendo en esquí y que se pasaron a la bicicleta. Las grandes dominadoras del circuito mundial en los años ochenta, Jeannie Longo y Maria Canins, tuvieron contacto con el esquí profesional. La francesa, de hecho, consiguió tres campeonatos nacionales de esquí alpino universitario. En los años ochenta y noventa, algunos equipos ciclistas incluso realizaban concentraciones invernales en la nieve, pero el miedo a las lesiones fue disminuyendo su utilización hasta un punto de casi prohibición.
Vuelve el esquí entre los ciclistas
Los argumentos en contra de los deportes de nieve han empezado a quedar obsoletos y en la actualidad son muchos los ciclistas que se quedan en las montañas durante los meses de invierno. Aparcan la bici y se calzan los esquís para divertirse, airear la cabeza y mantenerse en forma. El esquí de fondo, por ejemplo, es muy beneficioso en este último aspecto.
Incluso los que mandan lo ven beneficioso, cómo es el caso de Xavi Florencio, director deportivo en el equipo Bahrain-Victorious. “Viviendo en un sitio como Andorra, ¿por qué no? Es lógico que esquíen, son deportistas de alto nivel. Si tu residencia es en un sitio alejado de las montañas y no tienes un buen nivel, sí que le vería poco sentido…”. Florencio tiene controlada la colonia ciclista residente en Andorra y añade que “por supuesto que el esquí es un deporte de riesgo y si solo lo practicas como ocio y sin tener el nivel, puedes lesionarte”.
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La actitud ha cambiado en la última década inspirados por el deseo de romper la monotonía de los entrenamientos invernales y por las grandes ventajas en cuanto a la forma física. Precisamente por ello, la mayoría de los ciclistas se decantan por las disciplinas de resistencia, como el esquí de fondo y el esquí de montaña.
Amplia nómina de ciclistas en la nieve
Marcus Burghardt, el veterano gregario del Bora-Hansgrohe, probó por primera vez el esquí de montaña en 2007. “Mis botas eran demasiado grandes, mis esquís viejos, me resbalaba, pero sabía que había cervezas en la cima y comida tradicional bávara. Fue increíble. Me encantó estar en plena naturaleza”, recuerda con cariño. Ahora tiene siete pares de esquís: "Cuando empecé sólo había unos pocos haciéndolo en el pelotón, quizá cuatro o cinco. Ahora, seguro que hay 40 o 50 que practican el esquí de travesía. En Bora, sé que somos diez".
El Jumbo-Visma cuenta en sus filas con la ex competidora de eslalon Anna Henderson, el ex esquiador de fondo Sepp Kuss y, por supuesto, Primož Roglič, antaño saltador de esquí. En el WorldTour también es reseñable la presencia de Quinn Simmons, tercero en los campeonatos mundiales juveniles de esquí de montaña en 2017.
En España existe el caso de Martí Vigo, nacido en Sesué, en el valle de Benasque. Era una de las promesas de esquí de fondo, modalidad que le llevó a competir en los Juegos Olímpicos de Invierno de 2018. Sin embargo, aparcó su carrera para centrarse en los estudios de fisioterapia. Limitó su actividad deportiva de forma aficionada al ciclismo, aunque el rendimiento que mostró llamó la atención de Patxi Vila. El actual director deportivo del Movistar le sometió a unas pruebas que confirmaron las sospechas de su potencial. Este 2021, Martí Vigo ha firmado por el Androni Giocattoli sin apenas experiencia y sin formación. Es un caso prácticamente calcado al de la aranesa Lydia Iglesias, que este año se ha incorporado al conjunto Bizkaia-Durango tras una vida dedicada al esquí de fondo.
El esquí, una escuela para el ciclismo
Varios equipos punteros de desarrollo de toda Europa y Norteamérica están buscando activamente esquiadores, con el fin de animar a los más talentosos a cambiar de deporte. "Para tener éxito en el ciclismo, hay que tener buenos valores de resistencia, como el VO2 máximo, una enorme eficiencia y un gran motor”, asegura Dan Lorang, entrenador jefe del Bora-Hansgrohe.
En realidad, todas las modalidades del esquí se están utilizando como una forma fiable de identificación de talentos: “Hay que tener habilidades técnicas en el pelotón y la capacidad de ir cuesta abajo con confianza. Es por eso que se investiga en todas las vertientes del esquí, ya que muchas de ellas aportan coordinación, rapidez de reacción y esa sensación de velocidad", explica Lorang.
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En este aspecto, el ex ciclista profesional Roy Knickman, que fue entrenador de la esperanza estadounidense Quinn Simmons en el equipo junior LAX de Estados Unidos, es muy consciente del potencial de la transición: "Lo que estamos viendo es que los chicos que son corredores de esquí utilizan el ciclismo para su entrenamiento, y están demostrando ser excepcionales sobre la bicicleta —afirma—. La tendencia es que muchos talentos sobresalientes provengan de las competiciones de esquí. Todavía no hemos visto a nadie con esos antecedentes que no fuera especial", concluye.
Nuevos tiempos
Parece que empiezan a quedar atrás aquellos tiempos cuando el canadiense Svein Tuft, con diez temporadas como profesional, tenía que convencer a sus jefes de los beneficios del esquí en la preparación. "Por mucho que el ciclismo a cierto nivel sea realmente duro, el esquí de fondo y el esquí de travesía en altitud es aún mayor. Estás incorporando cada músculo y cada parte del sistema cardíaco” y añade que "una de las mejores temporadas que tuve fue la de 2008 y ese invierno apenas toqué la bicicleta, hice esquí de travesía durante tres meses".
Uno de los pupilos de Xavi Florencio en el Bahrain-Victorious, Jack Haig –residente en Andorra— confiesa: "saldré a esquiar al menos tres o cuatro días por semana en los meses de invierno profundo. Hay menos luz del día y hace frío, así que como se ejercitan los mismos músculos haré dos horas intensas por la mañana y tres de esquí de montaña después”. Es la forma perfecta de estar al aire libre y sin tráfico, rodeado de tranquilidad y pudiendo disfrutar de la naturaleza.
*Puedes leer el artículo al completo en el número 29 de VOLATA
