En esta nueva entrega de Relatos Sonoros hablamos de Shelley Verses, la primera soigneur del pelotón profesional. Ella era integrante del mítico equipo 7-Eleven, que también innovó en este sentido. Verses aportó sus innovaciones particulares y más importantes de lo que parecen, como por ejemplo, variar cada día el sabor de las sales minerales de los corredores o cambiar la comida de las musettes para que los ciclistas tuvieran una alegría.
En este nuevo capítulo de la serie recuperamos íntegramente el artículo titulado 'Un poco de diversión' y publicado en el número 19 de la revista dedicado en exclusiva al 7-Eleven, el primer equipo profesional norteamericano pensado para conquistar el ciclismo europeo.
Un poco de diversión
Después de casi cinco años rodando como equipo de carreras amateurs, el año 1985 marcó un punto de inflexión para el 7-Eleven: serían un equipo profesional y debutarían en el Giro d'Italia. Para la nueva aventura, el mánager general Jim Ochowicz, necesitaba conseguir más fondos y ampliar la estructura para estar al nivel de los equipos europeos con los que deberían competir.
Logró sumar un nuevo e importante patrocinador en la marca italana de lavadoras industriales Hoonved para reforzar el presupuesto y asegurar la continuidad del equipo en los próximos cinco años. Ocho también hizo algunos fichajes, como el joven Chris Carmichael (que años más tarde sería el entrenador de Lance Armstrong) y el gregario Bob Roll.
Estos corredores completaban una plantilla formada por Davis Phinney, Ron Kiefel, Tom Shuler, Eric Heiden, Andy Hampsten y Jonathan Boyer. Además, reclutó a Shelley Verses para que se integrara en el equipo de soigneurs del 7-Eleven, cosa que resultó una revolución en el pelotón europeo. Nunca antes ninguna mujer había ocupado ese lugar en el ciclismo masculino de élite, otra muestra que el desembarco del ciclismo norteamericano en el viejo continente fue más allá de lo estrictamente deportivo.
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Verses se convirtió en los años venideros en la soigneur que más entrevistas respondió, la que en más fotografías posó y la que en más se fijaban las cámaras de televisión en las retransmisiones. Melena rubia, sonrisa californiana, habladora y bromista. La utillera y masajista aprendió el oficio trabajando con la selección de ciclismo de los Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Los Angeles 1984, dirigida entonces por Eddy Borysewicz, después que éste la descubriera haciendo masajes en el equipo amateur Centurion, de California, en una carrera local.
¿Cómo llegó hasta allí? Después de llevar una vida algo errática, Verses acabó en Santa Barbara durmiendo en su coche y enlazando todo tipo de trabajos, pero sabía que quería involucrarse en el deporte —empezó a estudiar educación física en Massachusetts pero no terminó la universidad— y se apuntó a una escuela nocturna para aprender a dar masajes. La vida la llevó de aquí para allá hasta que en 1983, Borysewicz se la llevó a las concentraciones del equipo nacional.
No tenía sueldo así que, para subsistir, hacía de niñera de los hijos de Borysewicz o lavaba los coches de los técnicos. Hasta pocas semanas antes de los Juegos, no recibió ni un duro, pero aprendió cómo funcionaba el ciclismo por dentro y el oficio gracias en gran parte al veterano utillero Amos Otlley, un afroamericano que también rompió barreras. Fue en Los Angeles fue donde coincidió con corredores como Davis Phinney y Ron Kiefel, ciclistas a los poco después cuidaría en el 7-Eleven.
El aterrizaje en Europa no fue fácil. Ochowicz tomó la "precaución" de inscribir a Verses sólo con la inicial de su nombre y cuando fue el momento de recojer la acreditación fue cuando la organización descubrió que detrás de "S. Verses" había una soigneur. "Pero... ¡Si eres una mujer!", le dijeron. Fue el inicio de un camino complicado. Los periodistas la entrevistaban constantemente para preguntarle si era a novia de algún corredor, con cuantos tipos tenía sexo a diario, como había conseguido entrar en el equipo, si realmente cargaba las maletas.
Al año siguiente, en 1986, cuando debutó en el Tour de Francia, la cosa fue a peor. Era objeto de constantes descalificaciones y comentarios misógenos, y se encontraba con continuos problemas para acceder a las zonas de avituallamiento porque la organización simplemente no quería a una chica vistiendo pantalones cortos y camiseta, como solía ir en California. También tuvo que enfrentarse con algunos corredores que se creían con derecho de besarla y con la oposición de la gendarmería, que no entendía las protestas de una chica que decía que tenía que entrar en la zona de meta. De hecho se hicieron apuestas dentro del pelotón, con grandes sumas de dinero implicadas, que Verses no conseguiría superar la presión y que terminaría abandonando a la séptima etapa y que el 7-Eleven tampoco lograría terminar su primer Tour. Pero nada de eso sucedió.
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Sin embargo los corredores apreciaban el trabajo de la joven soigneur y las nuevas ideas que aportaba, como variar cada día los bocadillos de las musettes o el gusto de las sales minerales. Eso llegó a oidos de otros equipos, que quisieron ficharla. Tras su paso por el 7-Eleven, pasó por La Vie Claire, el Toshiba, el TVM y el Saturn. En una entrevista de 2010 declaró que a veces envolvía la comida que daba en los avituallamientos con páginas de la revista Playboy. "Era para echar unas risas. Estos chicos sufren mucho sobre la bici. Se merecen un poco de diversión".
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