Cuando la caravana ciclista del Tour de Francia era cosa de hombres

Las mujeres tuvieron vetado participar en la caravana del Tour de Francia hasta 1979. Una prohibición que la popular cantante Dalida desafió en 1964 disfrazándose de hombre para poder seguir una etapa cerca de los corredores. No fue la primera. 

Durante la década de los sesenta, la música yé-yé triunfaba a partes iguales en Francia y España y vedettes como la popular Dalida, nacida en El Cairo y proclamada Miss Egipto antes de mudarse a París, se escuchaban a un lado y a otro de los Pirineos. Pero la realidad de la época en los dos países era muy distante. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, las francesas tenían derecho a votar, una conquista que las españolas no lograrían hasta la muerte de Franco —pese a que habían podido hacerlo durante la Segunda República—.

Aun así, el derecho a voto y la imagen de la mujer francesa liberada, fumando y paseándose en bikini o minifalda, escondía otra realidad que era bastante menos halagüeña: a principios de la década mágica, las francesas estaban sujetas a múltiples restricciones. No podían vestir pantalón, no podían trabajar ni abrir una cuenta corriente sin el permiso de su padre o de su marido, no podían acceder a la Bolsa de París o, entre muchas otras limitaciones, tampoco podían formar parte de la caravana ciclista del Tour de Francia.

Desde finales del siglo XIX, con la popularización del deporte de la bicicleta, habían sido varias las chicas que lo habían practicado. En 1908, Marie Marvingt se inscribió en el Tour de Francia y pese a que se le negó el permiso para participar en una ronda reservada únicamente a los hombres, la polifacética deportista recorrió, casi de forma paralela a sus homólogos masculinos, todas y cada una de las etapas. Marvingt consiguió llegar a París después de recorrer los casi 4.500 kilómetros de la prueba.

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A pesar de esta gesta, la presencia femenina era abiertamente rechazada por el pelotón como se encargó de recordar Joseph Van Dam en la edición de 1926 en que ganó tres etapas del Tour. El flamenco no dudó en llenar su mano de grasa, pasándola por la cadena de su bicicleta, para manchar la vestimenta de una de las dos jóvenes ciclistas que se habían aventurado en medio del pelotón.

El ciclista belga Joseph Van Dam celebra, envolatado de mujeres, su triunfo de etapa en el Tour de 1926, el mismo en el que ensució el vestido a una joven ciclista que se había colado entre el pelotón / Foto: Agence Meurisse -BNF

Ni ciclistas ni periodistas pero sí, miss y enfermeras

El rechazo a las mujeres no se limitaba estrictamente a la competición. Las periodistas tampoco eran bienvenidas y, durante largas décadas, fueron escasas las que pudieron acercarse a los ciclistas. De entre ellas destaca la figura de Colette, escritora, periodista, actriz y artista de cabaret y de music-hall, que cubrió para el periódico Le Matin la última etapa de Tour de 1912 con final en el Parque de los Príncipes de París. La prolífica novelista hizo gala de su condición de símbolo de la liberación de la mujer convirtiéndose en la primera figura femenina en narrar la ronda francesa.

A Colette le sucedió Paule Hultzer, enviada especial del vespertino Paris-Soir para el que cubrió el Tour de 1934. En una de sus crónicas más celebres, la periodista explicaba, dirigiéndose especialmente a sus lectoras, los mecanismos para poder aproximarse a un entorno tan misógino como el de la caravana ciclista. El principal consejo para tener éxito en la empresa era el de disfrazarse, ya fuera de hombre, de periodista, de miss de etapa o de enfermera, prácticamente las únicas profesiones que tenían derecho a acercarse al pelotón.

La regla que excluía a las mujeres de la caravana ciclista tuvo sus pertinentes excepciones hasta que fue finalmente abolida en 1979. Una de las más notorias fue la de Janine Anquetil, la esposa del quíntuple campeón francés del Tour, que no sólo acompañaba a su marido durante la ronda gala sino que ejercía de consejera y representante, asumiendo la negociación de los contratos.

Yvette Horner, la excepción oficial

Esta prohibición, como regla general, concedía evidentes ventajas a las concubinas y amantes fugaces, como se encargó de recordar Henri Pélissier, vencedor del Tour de 1923. Se trataba de una situación que maldecían las pocas mujeres de algunos corredores presentes en la ronda gala. Pero durante años hubo una excepción: la presencia recurrente de la acordeonista Yvette Horner que, entre 1952 y 1963, se convirtió en uno de los personajes más queridos del Tour gracias a sus interpretaciones musicales, tanto durante el paso de la carrera como en los bailes de final etapa.

A la izquierda, la acordeonista Yvette Horner durante el Tour de Francia de 1959. A la derecha,  Yvette Horner en compañía del ciclista Gastone Nencini, con el maillot amarillo, durante el Tour de 1960 que el corredor italiano terminaría ganando.

La intérprete originaria de Tarbes también era la responsable de otorgar los maillots a los vencedores y a los líderes de las distintas clasificaciones, lo que le concedió una enorme popularidad. De hecho, en 1964, la también interprete Dalida fue contratada para animar con sus canciones las fiestas posteriores al final de cada etapa, lo que la llevó a prodigarse por los escenarios de toda Francia durante el verano en que Anquetil y Poulidor libraron uno de sus antológicos duelos en la carretera.

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Paradójicamente, aunque formaba parte del espectáculo del Tour, Dalida no estaba autorizada a participar en la caravana que acompañaba a los ciclistas durante las etapas. Tuvo que ser una idea de dos legendarios cronistas del Tour, Antoine Blondin y Pierre Chany, la que le permitió seguir un par de etapas desde el coche que ocupaban los periodistas. Para no levantar sospechas, Dalida se disfrazó de hombre vistiendo un mono, una gorra y unas gafas de sol. Así fue como, de incógnito, la popular cantante que animaba las llegadas de la ronda francesa pudo disfrutar de la carrera saltándose la absurda prohibición que impedía que las mujeres lo hicieran.

La cantante Dalida, en bicicleta junto a Raymond Poulidor en una imagen tomada en 1968 para un programa de televisión.

El Tour de Francia femenino, Marc Madiot y Cherie Pridham

El gesto desobediente, un divertimento para el pillo Blondin, quedó en el terreno anecdótico ya que la presencia de las mujeres en la caravana no fue autorizada hasta 1979, mucho después de que se levantase la prohibición femenina de vestir pantalón o de trabajar y abrir una cuenta bancaria sin autorización del padre o del marido.

El contexto social de la época consideraba que el ciclismo femenino no era el deporte más apropiado para las mujeres. Buena prueba de ello es el número de licencias femeninas en el seno de la federación en 1960: 34 para toda Francia. Quince años después esta cifra apenas había aumentado hasta las 400. Mientras, en 1955, se había organizado el primer Tour de Francia femenino con una cuarentena de participantes afiliadas a la Federación Francesa de Ciclismo o a la socialista Federación Deportiva y Gimnástica del Trabajo. Pese a la curiosidad que despertó la iniciativa, no se repitió hasta 1984, casi tres décadas después. 

Queda un largo camino por recorrer pero el ciclismo y sus caravanas han dejado de ser como el Soberano, cosa de hombres. Buena prueba es la incorporación, por primera vez, de una directora deportiva en un equipo del World Tour: Cherie Pridham, en el Israel Start-Up Nation de Chris Froome. Atrás queda la vergüenza que pasa el excéntrico Marc Madiot, actual director del Groupama-FDJ –estructura que cuenta con una importante sección femenina—. cada vez que se le recuerda el episodio que protagonizó ante Jeannie Longo.

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Marc Madiot coincidió con la triple ganadora del Tour y múltiple campeona mundial en un plató televisivo durante el Tour de 1987 y no se le ocurrió otra cosa que rebuznar: “ver una mujer bailar, para mí, es muy bonito, pero verla jugando a fútbol o sobre una bicicleta es feo. Y si mis hermanas se dedicaran al ciclismo, renegaría de ellas…”. Como el mismo Madiot ha afirmado, si hoy repitiera esa aberración hasta el mismísimo primer ministro lo destrozaría. Y no sin razón.

**Texto originalmente publicado en #VOLATA25, dedicado al ciclismo femenino

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