La Mirilla: el Tour de Francia 2023 con una mirada diferente

La Mirilla: el Tour de Francia 2023 con una mirada diferente

Cada etapa tiene la capacidad de desarrollar múltiples historias paralelas que también merecen ser contadas. Os acercamos una crónica del Tour de Francia 2023 desde un punto de vista más personal y reflexivo.

2023 Tour de France Texto: Equipo VOLATA Tour de France Tour de Francia

Una carrera ciclista se puede observar desde diferentes ángulos. Una variedad de perspectivas que permiten contar realidades e historias que muchas veces pasan desapercibidas o, simplemente, quedan opacadas por la vorágine de la acción deportiva. En el Tour de Francia 2023, desde VOLATA hemos recuperado nuestra sección de 'La Mirilla' para intentar detenernos, contemplar lo que sucede a nuestro alrededor mientras todo ocurre muy deprisa (demasiado deprisa en el Tour) y acercar la carrera desde un punto de vista que permite reflexionar y conocer curiosidades poco exploradas.

La emoción de los históricos

Fotografía: Naike Ereñozaga

En la presentación del jueves 29 de junio en Bilbao de los equipos que correrán el Tour de Francia se vivieron momentos que algunos recordarán para siempre, si atendemos a las caras de emoción de los protagonistas. Y no hablamos de los corredores que competirán —que también—, sino de los ciclistas que se encargaron de predecir la marcha hacia el escenario en la explanada del Museo Guggenheim Bilbao.

Cada equipo era guiado por un histórico del ciclismo vasco. Así, pudimos ver a Joane Somarriba, Agurtzane Elorriaga, Miguel Mari Lasa, David Etxebarria, Abraham Olano, Marino Lejarreta, Iban Mayo, Roberto Laiseka, Julian Gorospe, Juan Manuel Garate, Fede Etxabe, Javier Murgialdai, Jose Nazabal, Igor Gonzalez Galdeano, Haimar Zubeldia, Amets Txurruka, Igor Anton, Iker Camaño, Unai Osa, Beñat Intxausti, Jon Unzaga e Iñaki Gaston liderando la ruta y, de algún modo, marcado el camino. 

Los aficionados se conocían los nombres, los vitoreaban y los aplaudían. Y estos exprofesionales, protagonistas en un día tan especial, se emocionaban por estar viviendo este momento. Corredores como David Etxebarria no dejaron de sonreír en todo momento, como si fuera un niño pequeño viviendo un sueño.

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La organización, muy acertadamente, también contó con históricas, como Joane Somarriba, que lideró el paso del Bahrain Victorius. Ver en una misma imagen a la tres veces ganadora del Tour de Francia junto a héroes locales como Mikel Landa y Pello Bilbao, ponía los pelos de punta. No era IA, era real: pasado y presente se unían demostrando que en el fondo todo es parte de una misma correa de transmisión. 

Anteriormente a la presentación, la organización del Gran Départ hizo otro homenaje a muchos otros ciclistas vascos y, posteriormente, en la zona VIP aún se palpaba esa emoción. Somarriba seguía como en una nube, Igor Gonzalez Galdeano no dejaba de bromear y de hablar con todo el mundo y otros nombres más reservados, como los de Roberto Laiseka o Miguel Indurain, también invitado, parecían haberse quitado su habitual coraza distante. Un día para recordar. 

Un monstruo comercial, por dentro y por fuera

Fotografía: Isaac Vilalta

Que el Tour de Francia es la carrera ciclista más importante del planeta es un hecho incontestable. Las cifras que maneja dan vértigo: 176 corredores, 500 personas de staff (directores, mecánicos, utilleros, jefes de prensa, etc.), 300 agentes de seguridad, 1.000 personas encargadas de los accesos a las distintas áreas, 5.500 señales indicativas en la ruta, 28.000 policías y bomberos, 7 ambulancias, 10 doctores, 7 enfermeras, 2.000 periodistas acreditados, transmisión de TV en 190 países... Y podríamos seguir con más datos.

Las dimensiones que ha alcanzado el Tour hemos podido verlas de primera mano en las dos primeras etapas de este Gran Départ, en las que la zona del Kursaal fue invadida por estructuras móviles que creaban distintas áreas en las que el acceso era limitado en función del tipo de acreditación. Aparte de la zona del podio —muy restringida—, destacaba la gran cantidad de metros cuadrados dedicados a los invitados, a lo que se mimaba con comida, bebidas gratuitas y espacios de sombra (algo muy preciado en el mes de julio). Algunos era auténticos fans del ciclismo y lo estaban gozando, otros vivían completamente de espaldas a él.

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Porque no todo el mundo que está en el Tour le interesa el ciclismo, pero sí le interesa el Tour como oportunidad comercial y económica. Y la ronda francesa no escatima recursos en crear experiencias únicas para estos colaboradores o potenciales colaboradores, que han aumentado en número año tras año. Eso significa, tener que acoger a mucho más invitados para que "vivan la experiencia". 

Esta tendencia también está llegando a los equipos profesionales, que están más abiertos a tener invitados. Cada día, empleados y directivos de marcas visitan los equipos para vivir desde dentro una carrera como esta. Esto puede ser positivo, claro, pero puede tener algunos daños colaterales si toma determinadas dimensiones. Si para el público de a pie, que el Tour tenga un Village enorme significa que tiene menos oportunidades de ver la carrera de cerca, para los equipos, significa un esfuerzo extra para atender a esos invitados. 

Un cocinero de un equipo del Tour nos contaba estos días como ahora, en su día a día, debe encargarse de las comidas de los invitados, a parte de las de los corredores y el staff técnico. Estos invitados, normalmente directivos de marcas patrocinadoras, tienen unas necesidades culinarias muy distintas y hay que mimarlo con comidas más copiosas y, digamos, sin estrategia nutritiva detrás. Esto ha complicado algunas tareas internas de los equipos y empieza a causar malestar en el personal. La deriva comercial que está tomando este deporte que, recordemos, sigue jactándose de conservar su cercanía y sus orígenes humildes, por el momento no cesa de crecer.

En recuerdo de Luis Ocaña

Fotografía: James Startt

El Tour de Francia transitó en la cuarta etapa por una zona de gran actividad agrícola. Entre las variedades cultivadas, están las uvas destinadas a la elaboración del Armañac, un brandy de vino blanco, que vivió épocas de gran popularidad en las sobremesas hace unas décadas. Este aguardiente toma el nombre de la zona donde se cultivan las cepas que se usan en su fabricación y durante la retransmisión televisiva de la etapa de ayer martes, pudimos verlas en todos esos infinitos campos.

Algunos de los que estaban cerca de la localidad de Labastide de Armagnac, cerca de Nogaro, donde terminó la cuarta etapa del Tour de Francia, fueron propiedad de Luis Ocaña, ganador del Tour de Francia en 1973, que en las últimas décadas de su vida se dedicó precisamente al armañac. Ahí se compró una casa una vez retirado del ciclismo profesional y se instaló con su mujer Josiane, y ahí también se suicidó en 1994.

El funeral se ofició en la ermita Notre Dame D'Armagnac, la misma donde se casó Josiane y la misma en la que el abad, Joseph Massi, había empezado en 1949 a recopilar maillots y todo tipo de objetos ciclistas. Gracias a esta labor de coleccionista, esta capilla se rebautizó como el santuario de Nuestra Señora de los Ciclistas. En sus paredes cuelgan hasta ochocientos maillots, además de recuerdos, bicis, imágenes... Los vitrales, con motivos también ciclistas, los diseñó el corredor Henry Anglade, lo que proporciona esa sensación de estar en un templo ciclista.

La capilla está abierta al público, pero para acceder a la que fue la casa de Ocaña en Labastide de Armagnac, hay que solicitar una visita guiada. No hay pérdida: en el exterior hay un cartel que reza "ancien domaine Luis Ocaña". La finca la compró una familia de Lille en 1998 y aún la conservan tal y como el conquense la dejó. Las vides siguen dando vino, que se comercializa bajo el nombre de Miselle.

El bosque de Pello para Gino

Fotografía: James Startt

Más allá de los resultados deportivos, este Tour de Francia estará marcado para el equipo Bahrain Victorious por la ausencia de Gino Mäder, que falleció el pasado 16 de junio en un hospital de Suiza. No pudo superar un grave accidente en carrera mientras disputaba el pasado Tour de Suiza. Este fatídico desenlace ha vuelto poner sobre la mesa el tema del seguridad de los corredores, la necesidad de revisar protocolos y el marco mental en el que debe transcurrir la competición (ya hablaremos de eso en otro momento, seguro). Además, Xavier Florencio, su director deportivo, ha explicado estos días que Mäder estaba en la lista de los corredores seleccionados por el equipo para el Tour, lo que amplifica una ausencia ya de por sí muy dolorosa.

Como homenaje, en el autobús, en los coches y en las camisetas que visten tanto corredores como staff consta el lema #rideforGino, como lema que debe marcar la presencia del Bahrain en este Tour. A título individual, corredores como Pello Bilbao han querido visibilidad aún más el legado de Mäder con una campaña de crowfunding en la que donará 1€ por cada corredor que entre en meta detrás suyo en cada etapa. Hasta el momento, al final de la novena jornada, ya lleva un acumulado de 1203 €.

El objetivo es comprar un terreno desforestado en Euskadi en el corazón de Urdaibai, una zona que Bilbao se conoce al dedillo por ser zona habitual de entrenamientos —también es la única reserva de la Biosfera del País Vasco, que precisamente descubrimos en esta Fuga— y replantarlo con especies locales. El corredor de Gernika quiere así mantener vivos los valores ecologistas de su compañero de equipo.

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Muy acertadamente, los compañeros de ProCyclingStats actualizan el marcador al final de cada etapa en sus retransmisiones en vivo. Lo que contribuye a recordar que cualquiera puede hacer también un donativo a través de la plataforma Basos Elkartea. Ya se ha conseguido el 47% del objetivo, así que Mäder tendrá su bosque en el corazón del País Vasco.

Cuando la fiesta se acaba de repente

Fotografía: Alex Broadway / SWPix

Al inicio de este Tour de Francia, era una constante ver ciclistas con la mirada iluminada y una sonrisa en la cara. A parte de la emoción y los nervios que supone empezar una gran vuelta como esta, muchos deben gestionar un montón de novedades que no por estéticas son accesorias, como nuevos diseños en las equipaciones, las bicis, material que hay que estrenar, etcétera.

Equipos como el Lidl Trek renovaban al completo los colores y otros como el Bahrain Victorious, el EF Education-EasyPost y el Astana Qazaqstan Team estrenaban equipación especial para la ronda francesa. En la salida en Bilbao, David de la Cruz se mostraba muy contento con su nuevo traje de trabajo: "Es muy guapo, ¿verdad?", nos decía a los periodistas que andábamos por allí. Lo cierto, es que de cerca, el nuevo maillot del Astana, con esas aguas doradas, como si representara el interior de una roca mineral, gana mucho.

Ese plus de excitación también era muy palpable en el líder de su equipo, Mark Cavendish, que tras anunciar que este sería su último año como profesional, mariposeaba como si estuviera en la mejor fiesta de su vida, como si se hubiera quitado un peso de encima. Incluso estaba especialmente simpático con la prensa y los aficionados. Lucía carisma, ropa nueva y unas zapatillas nuevas que Nike había encargado a la diseñadora Sophia Webster, en las que hay dibujadas unas alas y la suela es totalmente dorada. Como para encumbrarlo como una divinidad griega.

En este Tour de Francia, el esprinter británico ha ido esperando su oportunidad pacientemente para conseguir su victoria número 35 y así superar el récord de Eddy Merckx. En la etapa séptima, con final en Burdeos, empezó a poner a prueba el motor aunque fue claramente superado por Philipsen en meta. Tenía marcada esa etapa, porque fue el último en ganar en ese final hacía trece años. Así que repetir resultado hubiera sido muy especial, por eso se mostraba especialmente decepcionado por la derrota.

En la meta de Limoges, Cavendish tenía otra etapa marcada, pero una caída de esas tontas le ha truncado la fiesta. El resultado ha sido una fractura de clavícula que nos ha proporcionado una de la imágenes de este Tour: su mirada perdida dentro de una ambulancia. Cuando horas más tarde, pasó por el hotel del equipo para despedirse de sus compañeros e irse a casa para ser operado, alguien le dijo de forma espontánea para animarlo: "Tendrás que volver el año que viene, ¿no?" Cavendish sonrió con cara de circunstancias como si todavía no pudiera creerse que aquello se había terminado. ¿Quién había parado la música?

El hombre que plancha los maillots

Fotografía: James Startt

El Tour de Francia es muchas cosas para mucha gente. Para muchos, se trata de la mezcla entre la pompa y espectáculo de la carrera. Sin embargo, para una persona, la magia del Tour se produce desde la parte trasera de una pequeña furgoneta detrás del podio.

Desde hace veinte años, Fabrice Pierrot es el hombre tras los característicos maillots del Tour. Él es quien imprime cada día los nombres y logotipos de los equipos en el maillot amarillo, verde, de lunares y blanco para la ceremonia del podio posterior a la etapa. "Siempre me han apasionado los maillots ciclistas y tengo una colección personal de más de dos mil unidades", explica antes de la séptima etapa en Burdeos. "Empecé a coleccionar maillots en los años noventa, cuando era corredor aficionado, y en un momento dado me hice con mi propia imprenta y empecé a imprimir los maillots de carreras más pequeñas, como las Quatre Jours de Dunkerque. Y finalmente empecé a trabajar para el Tour de Francia".

Hoy Pierrot trabaja más de cien días al año en lo que se ha convertido en su profesión que ha ido aprendiendo de forma autodidacta. "Ni siquiera tengo un cargo para lo que hago exactamente, quizás, ¿'el hombre de los maillots'?. La verdad es que no lo sé", dice riendo.

"Visito a los equipos por la mañana para entregarles un juego completo de maillots a cada corredor y asegurarme de que la talla es la correcta, que la cremallera no se ha roto y cosas así. Luego conduzco hasta la ciudad de la meta. Primero, llevo al podio los maillots que probablemente se entregarán. Y luego, después de la carrera, imprimo un juego completo para cada corredor, que distribuyo cuando llegan los autobuses del equipo al día siguiente", relata.

Cada ciclista recibe un maillot de manga corta y otro de manga larga, así como un chaleco y, si es necesario, un chubasquero. "También algunos corredores prefieren ir con buzo, así que dependiendo de sus deseos, hago unos de esos también". Pierrot tiene jornadas muy intensas y siempre debe anticiparse para el día siguiente. "Nunca los he contado de verdad, pero durante el Tour imprimo más de mil maillots".

Pierrot admite que a menudo está estresado durante el Tour, pero encuentra muchas satisfacciones en su singular profesión. "He llegado a conocer a muchos ciclistas. Todos saben quién soy. Al fin y al cabo, cuando voy a verles, es por un buen motivo".

Aquellas pequeñas cosas

Fotografía: James Startt

La zona del podio del Tour de Francia suele ser muy restringida y exclusiva. Este exceso de celo se ha acentuado por la pandemia y solo pueden acceder a ella muy pocas personas y con una acreditación determinada que la organización de la carrera filtra cada día, más allá de los corredores que deben personarse como ganadores o líderes de las clasificaciones.

Así que para poder fotografiar las bambalinas de este módulo con ruedas que cada día se despliega en forma de escenario, tuve que pedir un permiso especial. Por un día, pude ser testimonio privilegiado e inmortalizar esos momentos previos a la ceremonia de entrega de maillots y premios.

En este Tour, tras varias etapas coincidiendo en el mismo lugar, los ciclistas protagonistas como Jonas Vingegaard o Jasper Philipsen parecían ya habituados a esta dinámica protocolaria y casi no pude observar los típicos nervios de los que pisan el podio como algo excepcional en sus vidas.

Sin embargo, pude ver momentos de intimidad que pocas veces podemos percibir. Sin ruido a nuestro alrededor, con una luz tenue, sin cámaras de televisión, sin los auxiliares de equipo, sin ninguno de los elementos que normalmente rodean al ciclista —tampoco sin casco ni gafas—, cada pequeño gesto tomaba otra dimensión.

Fotografía: James Startt

Como la mirada perdida de Neilson Powless —absorto en sus pensamientos en su momento de calma personal— o este instante en el que Tadej Pogacar huele el ramo de flores que cada día se renueva y que se le entrega como primer clasificado de los jóvenes. Me pareció un detalle muy espontáneo y conmovedor protagonizado por alguien que luego se transforma en una bestia en la competición. Sin duda, el esloveno sabe disfrutar de las grandes y de las pequeñas cosas de la vida. Son esos detalles que humanizan a estos deportistas encumbrados por los medios de comunicación.

¡Esas motos! Fotografía: James Startt

El Col de Joux Plane de categoría especial es un puerto que suele ser muy agradecido para los ciclistas, pero para un fotógrafo es un lugar muy complicado. Por un lado, no es un puerto que te proporciona puntos de vista espectaculares y icónicos como el Alpe d'Huez, por ejemplo, y siempre es difícil poderlo representar en las fotos. La cosa todavía se complica más cuando todo esto ocurre en el Tour de Francia, donde pueden haber hasta quince o dieciséis fotógrafos motorizados en carrera. Yo soy uno de esos.

Para que cada uno de esos fotógrafos tenga su oportunidad para hacer su trabajo y conseguir fotos de lo que pasa en la cabeza de la carrera, hay que hacer turnos. La organización va dando permiso a las motos para que se vayan acercando y puedan estar ahí durante unos segundos. Ese fue mi caso en el día de ayer: puede sacar algunas instantáneas —como la que ilustra esta columna— justo antes de que se desatara la batalla entre Pogačar y Vigengaard, al que solo le quedaba Sepp Kuss como escudero.

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Con fortuna, puedes estar cerca unos 30 segundos y luego te mandan salir de ahí inmediatamente. En mi caso, tuve suerte, porque justo en mi turno, el sol no estaba a contraluz en aquella curva y pude sacar buenas fotos. Pero si me hubiera tocado otra curva, es posible que ninguna imagen hubiera servido. A veces es una lotería y tienes que jugar con lo que te toca.

En ese momento del Col de Joux Plane, la carretera se abrió un poco y pude tener a todos los corredores dentro del mismo plano, pero en general la calzada era tan estrecha que estaban siempre en fila y era complicado tener una foto que representara la situación de carrera. Además, ¡había tanta gente!

Me sorprendió que desde la organización del Tour nos nos dieran permiso para acercarnos con las motos. Sinceramente, lo que esperaba es que en ese puerto solo dejaran pasar al fotógrafo de carrera —el llamado "pool photographe"— por un tema de seguridad. Y de hecho, es lo que pasó en los últimos kilómetros antes de la cima: solo tenían permiso para estar cerca de la cabeza de carrera el fotógrafo del Tour y el cámara de France Télévision.

Si el Tour quiere imágenes, tanto para tv como para prensa, de los momentos clave de la etapa, debe tener siempre cámaras bien situados. Pero hay que jugar con la posibilidad de que pueda pasar lo que sucedió: que las motos se quedaran acorraladas por el exceso de gente en la carretera y eso afectara la propia competición. Es algo que podría haberse evitado colocando más seguridad y barreras más eficaces en un punto en el que era fácil deducir que habría acción, porque el esprint bonificado estaba muy cerca.

*El contenido irá actualizándose durante el Tour de Francia 2023

Imagen de cabecera: Naike Ereñozaga
 

 

2023 Tour de France Texto: Equipo VOLATA Tour de France Tour de Francia


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