Un Veleta al año por prescripción médica - La mirada Maté

La ascensión al Pico del Veleta, en Sierra Nevada, fue mi primera gran aventura acompañado de mi padre y la primera de una serie de experiencias en las que aprendí lo que significa ese esfuerzo para conseguir la cima.

Las montañas siempre me han llamado la atención sobre manera. Crecí en Marbella, al pie del Pico de la Concha, una cima de 1.200 m de altura que se veía en todo su esplendor desde mi habitación. Recuerdo que las tardes de estudio, con los deberes encima de la mesa, las pasaba embobado mirando la montaña a la que dedicaba más tiempo que a los libros.

Pronto llegó mi primera gran aventura. Fue la ascensión al Pico del Veleta, en Sierra Nevada, acompañado de mi padre, la primera de una serie de experiencias en las que aprendí lo que significa ese esfuerzo para conseguir la cima. Es un ritual con distintas fases, que luego, ya como ciclista, sigue más vigente que nunca: esa satisfacción de haber conseguido llegar hasta arriba, se acompaña de una pausa para asimilar bien el momento y respirar el aire fresco y puro, para luego sentir la adrenalina de la bajada pasando a toda velocidad por el mismo sitio por el que has sufrido tan solo unos minutos antes.

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Otra de las personas que más me ha transmitido su amor por las montañas es el alpinista Carlos Soria, con el que he tenido la suerte de compartir muy buenos ratos y al que me une una relación muy especial. Cuando era solo un recién nacido, mis padres, que entonces vivían en Madrid y pasaban mucho tiempo en la sierra madrileña, me llevaba a muchas de esas excursiones a lomos. También me iban cargando otros miembros del grupo con el que se juntaban, entre los que estaba Carlos. Quizás allí nació el amor que hoy profeso por las montañas. Hoy en día, es uno de los alpinistas mas famosos del mundo y una autentica inspiración para mí.

Con los años, Sierra Nevada se ha convertido también en mi residencia estival y subir al Pico del Veleta, a 3.396 m de altitud sobre el nivel del mar, es un ritual obligatorio en mis concentraciones. Desde entonces, siempre digo que un Veleta al año tendría que estar recetado por la Seguridad Social. No se si es debido al misticismo que proyecta de su forma de pico de águila, o el trabajo que te cuesta cada bocanada de aire por encima de los 3.000 metros de altitud, o el privilegio de rodar por la carretera asfaltada mas alta de Europa, pero desde allí arriba os aseguro que se ven las cosas mucho mas claras.

Desde El Picacho —así le llaman también al Veleta la gente de la zona— las vistas son alucinantes: al sur se vislumbra la costa tropical y África; al este, la Alcazaba y el coloso Mulhacén, techo de la Península Iberica; al oeste, el Lucero y la provincia de Málaga, y, al norte, la comarca de la Vega de Granada con la ciudad nazarí. Cuando en la ciudad de la Alhambra se superan los cuarenta grados en pleno verano, en las cumbres altas de la sierra se pueden tocar los neveros con la palma de la mano sin bajarte de la bicicleta.

Por cierto, si os decidís a explorar estas tierras, os invito a hacer cumbre en el Veleta por la vertiente más bonita de todas: por Güejar Sierra, El Duque y Sabinas para completar 44 km con 2.600 metros de desnivel positivo acumulado. Los paisajes son variados y muy pintorescos. Si hacéis gravel o bicicleta de montaña, os sugiero subir por la vertiente sur, por la Alpujarra, desde Capileira por la Hoya de Portillo y hasta el Alto del Chorrillo. Es un paisaje lunar de alta montaña muy distinto al de la cara norte, con las lagunas de La Caldera y de La Mosca, auténticos tesoros de las altas cumbres. Veréis como merece la pena.

Hace unos años, era raro encontrarse entre semana a ciclistas subiendo al Veleta, pero, en la actualidad, se ha convertido en un santuario ciclista, especialmente durante los fines de semana cuando la carretera es tomada por las bicicletas. De mismo modo, y por desgracia, muchas marcas de coches utilizan la carretera de la Sierra como circuito de pruebas, poniendo en muchas ocasiones en serio peligro a los usuarios de la vía pública así como el entorno del propio Parque Nacional. Todos los años, llevan al límite varios coches hasta que arden en medio de esta zona natural. Seguramente en Alemania y Francia, los países de origen de dichas marcas, sería impensable que una reserva natural fuera usada como circuito de pruebas. Sin embargo, aquí las autoridades hacen la vista gorda.

Así que luego me fastidia muchísimo cuando se afirma que La Vuelta a España no podría tener permiso para circular por la carretera de Las Sabinas, en pleno Parque Nacional de Sierra Nevada. Entonces, ¿los coches de prueba sí que tienen permiso para circular al limite hasta que prenden fuego, pero una carrera de bicis no puede pasar? Son incongruencias que espero que algún día dejen de serlo.

Creo que el ciclismo profesional tiene el reto de convertirse en los próximos años en el deporte que abandere el desarrollo sostenible, el cuidado de nuestro entorno, dejando la mínima huella de carbono posible. La bicicleta tiene que liderar este cambio y debe poder hacerlo enseñando al mundo monumentos naturales maravillosos. Sueño con poder ver algún día a La Vuelta ascendiendo la carretera asfaltada más alta de Europa y terminando en el pie del Pico del Veleta. ¿Os lo imagináis? Sería la manera perfecta de recetar a todo el mundo un Veleta al año.

Imágenes cortesía de Luis Ángel Maté

Contenido originalmente publicado en VOLATA#29, especial montañas. Consigue tu ejemplar

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