Ni te escapes, ni te embarques

Subir y bajar sucesivamente el Col de Port, Col de la Core, Col de Portet-D’Aspet y la Côte d’Aspret-Sarrat desactivó cualquier afán de protagonismo entre los favoritos a ganar el Tour. 

Banda Sonora: Marujita Díaz – "Al Uruguay"

Tengo mal recuerdo de Saint Lary, preciosa localidad pirenaica con una estación de esquí pesimamente gestionada cuando escasea la nieve. Tampoco ayudó que en aquella lejana visita se pegara un señor costalazo a nuestro amigo Jorge en una de sus peladas pistas, que el jeep se quedará sin batería y que tuviera que escuchar por radio cómo caía derrotado el Espanyol, 4-1 en el Camp Nou en octavos de final de la Copa del Rey.

“Démosle otra oportunidad… En verano será otra cosa”, pensé aquel miércoles 6 de enero de 2016, esforzándome en aparcar rencores. Pero al sintonizar Teledeporte este martes 13, me encuentro, a su paso por el mismo escenario, un Tour de Francia sombrío y destemplado, de nubes grisáceas, gotas frías y carreteras resbaladizas, sin ánimo de aventura en el pelotón, sino más bien de supervivencia, cuando restan seis días para llegar a París.

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No es que me considere especialmente supersticioso —lo justo: cambio de ubicación cuando mi equipo pierde, mantengo postura y vestimenta si gana, veto a los gafes de casa si el partido lo requiere, repito o altero rutinas siguiendo un riguroso proceso científico, etcétera—, pero los augurios no mejoran con el reportaje que le dedican en la retransmisión a Luis Ocaña y su desgraciada caída en La Menté hace ya medio siglo, después de ganar su primera etapa, el año anterior en Saint Gaudens.

Precisamente allí acaba hoy la decimosexta, tras salir d'El Pas de La Casa, un recorrido de esos que llaman de media montaña pero podría convertirse en montaña y media de complicarse el clima o animarse algún valiente de entre los candidatos al podio. Dicen los que entienden que Richard Carapaz, de natural aguerrido y cuarto en la clasificación general, rueda bien con mal tiempo, pero no lo veo, quizás por falta de luz o porque ande camuflado de negro entre compañeros del Ineos. Rigoberto Urán, con el rosa del Education First, destaca más, pero tampoco se lanza el colombiano que, de pequeño, vendía lotería en los autobuses del altiplano. En bicicleta sobre el traicionero asfalto francés, no compra boleto, tal es el riesgo.

“Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo escaso. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura regresar con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito”, fue el tremendito anuncio que pagó, libre de eufemismos, el explorador Ernest Shackleton para reclutar aventureros que quisieran atravesar en barco la Antártida en 1914. Aquí no se trata de subirse al Endurance –que, por cierto, quedó atrapado en el hielo–, sino de escalar y bajar sucesivamente el Col de Port, Col de la Core, Col de Portet-D’Aspet y la Côte d’Aspret-Sarrat, unos 169 kilómetros en total, tras dos semanas de travesía y una jornada de descanso.

Pero nones entre los favoritos. Tampoco Tadej Pogačar, con el maillot amarillo empapado, anhela protagonismo. Apenas Patrick Konrad, Fabien Doubey y Jan Bakelants, tres ciclistas sin aspiraciones en la carrera, se escapan en busca de la victoria de etapa en un día que Carlos de Andrés define como “desapacible”, mientras que Luis León Sánchez, corredor de Astana invitado al plató, explica como, tras una gran vuelta, suele pasarlo mal los martes: “El lunes sigo con la inercia, luego me viene el bajón y hasta el miércoles, no soy persona”, asegura.

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Nuestros cuerpos y mentes a menudo operan de forma misteriosa, a saber si por costumbre o caprichosa asociación de ideas. No son pocos en el pelotón los que maldicen que no salga el sol y alumbre algo el camino, ni que sea para fastidiar al campeón esloveno, que se supone amante de la intemperie.

Al contrario que Saint Lary, de Uruguay guardo muy grata impresión por su acogedora gente, variada cultura literaria y musical, salvajes playas, sabrosa carne, pasión por el fútbol y poca reconocida tradición ciclista. La llamada Suiza de América Latina celebra aún la carrera más antigua del continente, cuenta no pocos clubes federados y tuvo entre sus más ilustres y apasionados practicantes al escritor Horacio Quiroga. Pienso a menudo en el locuaz guía de su casa-museo en Salto, otro gran aficionado a la bicicleta quien, seguro, habrá escuchado por radio la etapa, ganada finalmente por el austriaco Konrad sin excesivos problemas. “No era un día para que se escaparan en la general, por el desgaste que había. Y así, afloja el espectáculo”, resume, resignado, Perico Delgado.



“Al Uruguay, guay, yo no voy, voy, porque temo naufragar”, cantaba Marujita Díaz en el famoso cuplé que relaciono, aunque sin demasiado fundamento, al refrán tantas veces atribuido a la fecha que acompaña: “En martes, ni te cases, ni te embarques”. A sabiendas de que, en el pelotón, supersticiosos, habelos, hailos, imposible descartar que el exceso de prudencia se deba a manías personales, aunque lo más probable es que obedezca a una simple lógica de conservación deportiva.

También es cierto de que, quitando el abandono de Vincenzo Nibali antes siquiera de zarpar, ninguno de los tripulantes ha hecho las maletas aún, rumbo a Tokio o a su casa. Esperan puertos míticos como la Col de Peyresourde, Luz Ardiden y el Tourmalet. Buenas oportunidades para la épica, sin duda. Quizás hasta para el honor y el reconocimiento. Venga, no seamos rencorosos.

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