El Giro d'Italia 2022: cuatro elementos clave

Repasamos algunos de los elementos o momentos más relevantes, o al menos distintivos, de la 105ª edición de una corsa rosa que no se ha caracterizado por ser la más brillante.

El Giro d’Italia 2022 no ha sido una carrera excesivamente brillante en la lucha por la clasificación general, a pesar de la dureza intrínseca a la esencia de la corsa rosa que supone la tercera semana. Está considerada como una de las más exigentes del ciclismo profesional, en el que se llegan a acumular más de 18.000 metros de desnivel positivo. La igualdad y el inmovilismo entre los favoritos al rosa se oponía al ímpetu de una parte del pelotón por ofrecer una bonita batalla en el arte de resolver las escapadas, que fueron grandes protagonistas de la carrera.

Las acciones decisivas por la victoria en la general se vieron reducidas a los cuatro kilómetros infernales de la recta que conduce al lago Fedaia en la Marmola. Fue el australiano Jai Hindley el que consiguió romper la fina línea que le mantenía unido a Richard Carapaz con un ataque sostenido que le permitió despejar la duda sobre la igualdad y hacerse con la maglia rosa. Hemos reunido alguno de los temas más relevantes que ha dejado la disputa de la 105ª edición del Giro d’Italia; que ni mucho menos será recordada con gran entusiasmo.

Un Mathieu van der Poel sobresaliente

Mathieu van der Poel se convirtió en una de las grandes estrellas del Giro d’Italia 2022, a su manera y demostrando que puede ofrecer un gran rendimiento durante tres semanas. Llegó a la carrera con la clara intención de vestir la maglia rosa y lo cumplió con una victoria en la jornada inaugural. Volvió a intentar alzar los brazos, pero a pesar de los numerosos intentos se tuvo que conformar con su triunfo en la Grande Partenza

No solo completó su primera Gran Vuelta, sino que fue el encargado de animar una carrera un tanto insulsa de la forma en que mejor lo hace: visible en las escapadas en múltiples ocasiones, incluso en etapas en las que parecía que no tendría ninguna esperanza de ganar. Tras ser el incitador para la formación de las fugas en jornadas de montaña, finalmente consiguió filtrarse en la decimoséptima etapa. Era consciente de sus limitaciones en un mano a mano con los escaladores del grupo así que interpretó el momento para marcharse por delante. En las duras rampas de Monterovere acabó explotando, pero por un momento hizo pensar en la hazaña para un corredor que no es conocido por sus dotes de escalador. 

Además, en la retaguardia el neerlandés se divirtió e hizo disfrutar al público que se agolpaba en las cunetas chocando las manos mientras ascendía en el grupetto, haciendo caballitos al más puto estilo Peter Sagan, tomándose su tiempo para saludar a los aficionados en las salidas y provocando la indignación o el asombro colectivo, está sujeto a diferentes interpretaciones, con sus peculiares tomas de contacto con la cocina italiana. 

Una carrera marcada por abandonos relevantes

En cierto modo, la esencia de una gran vuelta reside en la capacidad de supervivencia. Se trata de un esfuerzo prolongado, tanto físico como mental, en el que influyen una infinidad de factores, la gran mayoría incontrolables por los ciclistas. Por su naturaleza, las carreras de tres semanas son un proceso de reducción paulatina del pelotón, ya sea por una pérdida sustancial de rendimiento o diversos percances como una enfermedad, una lesión o una caída. Este año, además, el cansancio acumulado se agudizó con dos semanales iniciales y un cambio hacia temperaturas más agradables, incluso con lluvia, con la llegadas de las montañas.

De hecho, los abandonos han acabado definiendo gran parte de lo que ha sucedido en el Giro d’Italia. A la retirada prematura de Miguel Ángel López se le unieron la de Tom Dumoulin, que ya había perdido cualquier opción en la general, y la del francés Romain Bardet, aquejado de unos problemas estomacales tras haberse mostrado muy sólido en el Blockhaus.

En la tercera semana también se vieron obligados a abandonar Richie Porte —en la que era la última gran vuelta de su carrera— y Simon Yates. Pero fue el abandono de João Almeida, tras confirmarse su positivo en Covid-19, el que aclaró las posiciones en el podio y frenó, aún más si cabe, los movimientos entre los favoritos.

Compañeros de escapada

Uno de los grandes atractivos en esta edición del Giro d’Italia ha sido la resolución de las fugas. Hasta un total de diez han conseguido triunfar en la corsa rosa este 2022. Las escapadas de convirtieron en un compendio de sospechosos habituales con figuras como las de Mathieu van der Poel, Koen Bouwman, vencedor de la maglia azurra, Giulio Ciccone, Jan Hirt, Hugh Carthy, Pascal Eenkhoorn, Gijs Leemreize, Mauro Schmid, Santiago Buitrago, Bauke Mollema… Una larga lista que pusieron la ambición que faltó en el pelotón en ciertos momentos. 

Entre esas escapadas hubo una que sobresalió por la forma en la que se desarrolló y en el terreno en el que lo hicieron. Fue en la etapa dieciocho cuando Magnus Cort (EF Education-EasyPost), Dries de Bondt (Alpecin-Fenix), Edoardo Affini (Team JumboVisma) y Davide Gabburro (Bardiani-CSF-Faizane) ejecutaron un plan perfecto. La sensación de lo inevitable estuvo presente durante gran parte de la jornada, aunque su experiencia y su potencia rodadora acabó imponiéndose. Trabajaron juntos, al unísono, hasta un último kilómetro en el que la victoria estaba asegurada. 

Se convirtieron en un equipo de cuatro, sin escatimar esfuerzos, y demostraron que cuando hay unión en las escapadas —a parte de fuerza— se puede plantar clara a un pelotón entregado por darles caza buscando la última oportunidad al esprint. Supieron jugar con la corta pero durísima ascensión al Muro di Ca’ del Poggio, conscientes que por detrás lo harían a un ritmo más sostenido. El triunfo fue para un Dries de Bond abocado normalmente a labores de gregario y que tuvo la oportunidad de brillar sin olvidarse de sus compañeros de escapada, a los que rindió homenaje en la entrevista posterior a la etapa. 

Mikel Landa regresa al podio siete años después

Aunque el movimiento que acabó decantando el Giro d’Italia lo protagonizaron Jai Hindley y el Bora-Hansgrohe, lo cierto es que durante gran parte de las jornadas montañosas quien intentó ser un tanto más ofensivo fue Mikel Landa. El ciclista del Bahrain-Victorious utilizó el potente bloque del equipo para tratar de distanciar a João Almeida en la batalla por la tercera posición del podio, pero cuando decidía lanzar el ataque siempre recibía la respuesta inmediata tanto de Richard Carapaz como del australiano Hindley. Al final, su escasa capacidad explosiva le privaba incluso de arrebatarle los posibles segundos de bonificación.

No fue la mejor versión de Mikel Landa, al menos no se asemejó a aquella que enamoró a los aficionados con sus ataques lejanos de todo o nada. Por momentos sí pareció ser el más fuerte de la carrera, pero la igualdad que aparentaba reinar en la carrera, con el podio prácticamente asegurado en las últimas etapas, le hizo mostrar su lado más conservador. Tampoco le acompañaron las piernas en una jornada dolomítica en la que Jai Hindley fue el mejor. Aún así, Mikel Landa ha vuelto a saborear un podio tras siete años en los que una concatenación de percances le han apartado de esta posibilidad, tanto en el Giro d’Italia como en el Tour de Francia.

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