"En la Tro Bro Leon el paisaje aporta mucho a la carrera", Jean-Paul Mellouët

Hablamos con el creador de esta fantasía ciclista que inicia una nueva etapa más profesional, pero igual de soñadora.

Tras casi cuatro décadas al frente de la Tro Bro León, Jean-Paul Mellouët ve como la criatura se ha hecho mayor. Lo que nació como un evento popular y local para financiar la escuela bretona, se ha convertido en una carrera pionera en mezclar tramos de tierra y asfalto, que ha inspirado a muchas otras, y ha sido abrazada por el gigante A.S.O., que empezará a gestionarla este 2022.

¿Cómo nació la Tro Bro Leon?

 La idea surgió en 1983 y la carrera se creó en 1984. Mis hijos estaban estudiando en la escuela Diwan —centro educativo en lengua bretona—, y necesitaba financiación. Teníamos que encontrar dinero para pagar a los profesores y para sustentar la escuela, así que salió la idea de crear una carrera ciclista para financiarlas. Con cada participante, las escuelas recibían 1 euro. Al principio, la Tro Bro Leon fue una carrera interregional y poco a poco fue ascendiendo. Cuando intentamos dar el salto a la máxima categoría  nos comunicaron que no era posible porque los ribinous no estaban lo suficientemente limpios. Más tarde conseguimos subir de categoría y ya en 1998 hubo más de doscientos corredores en la salida.

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¿Qué tipo de carrera tenías en la cabeza cuando empezaste?

A mí me apasionaba la París-Roubaix. Y, por entonces, cuando nació la Tro Bro Leon, todavía no había tenido la ocasión de ver la carrera de cerca. Veía la carrera en televisión en blanco y negro en 1981, cuando Bernard Hinault ganó. Aquel año llovió mucho y pensé: "Oye, pues cuando llueve aquí en Bretaña es lo mismo, los caminos son similares, con tierra, agua y todo".

¡Los ribinous!

Sí, originalmente un ribin era un camino agrícola construido para evitar que las vacas entraran en el campo del vecino. En los primeros años, decidimos poner cinco tramos de ribinous al final del recorrido simplemente por diversión y para crear algo de animación. Queríamos hacer algo distinto y conseguir crear una carrera diferente propia de Bretaña. Había mucho público esperando, sobre todo en este lugar... ¡Y fue muy bien!

¿Existe alguna manera de clasificar esos tramos de tierra?

Clasifico los ribinous con triskèles —el símbolo celta de tres espirales—, en función de la distancia, la dureza y si existen zanjas ocultas en los que los corredores y los coches pueden tropezar. Hace más de diez años, recuerdo que hubo algunos directores que quedaron bloqueados y tuve que llamar a un agricultor de un pueblo cercano para que viniera con un tractor y los sacaran de allí. Ahora hay un poco más de seguridad, pero antes los caminos estaban en su estado original. El terreno es más limpio y el material técnico de los ciclistas también ha evolucionado. Pero, el espectáculo sigue estando ahí. Eso forma parte de nuestra carrera. 

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¿Qué criterios se siguen para el diseño del recorrido?

Cuando diseño la ruta, suelo hacerla en función de los acuerdos con las comunidades locales en las que hay mucha gente voluntaria. Pero también me fijo mucho en el paisaje. Me importa mucho la estética de la ruta. Pienso en las cámaras de televisión, en los fotógrafos. Es importante que las imágenes de la carrera muestren la mejor cara de nuestro territorio. El paisaje aporta mucho a la carrera. En la edición de 2023 pasaremos por la punta Saint-Mathieu, en la costa. Habrás fotos increíbles para sacar. Parecerá que los ciclistas estén rodando casi sobre el mar…

Muchas otras carreras, como la Strade Bianche, han empezado a incorporar caminos de tierra en sus recorridos. ¿Se siente que le han copiado la idea?

No, no me molesta, porque cada vez que hablan de caminos de tierra, terminan hablando de mi carrera... Así que eso es beneficioso para nosotros —sonríe—. La Strade Bianche, por ejemplo, apareció en 2008. También fui a ver la Port Epic de Amberes en Bélgica, ¡y fue una locura! Había tramos de tierra, de adoquines… Me encontré con los organizadores de esta carrera, que también vinieron a ver la Tro Bro Leon. Fue agradable charlar entre los que organizamos carreras locas. Pero, para serte sincero, cuando me copian el formato en alguna otra carrera en Francia, me molesta un poco. Me acuerdo cuando, una vez, Philippe Rimbaud, ex-manager del equipo Bonjour y ahora agente de ciclistas, me dijo: "Tu carrera cualquiera puede hacerla. Pero fue tu idea. "

En 2021, anunciaste que ASO asumía la dirección de la Tro Bro Leon. ¿Cómo has sido este proceso?

El objetivo es que ASO nos ayude a desarrollar la parte mediática y logística y que puedan llegar nuevos patrocinadores. Yo seguiré manteniendo los míos, pero tenemos que buscar otros si queremos crecer. A más visibilidad, más posibilidad de atraer a nuevos colaboradores, más equipos, más corredores famosos, como Caleb Ewan en la edición de 2021. La idea es crecer y evolucionar. Los que organizamos la Tro Bro Leon somos voluntarios, y esa es nuestra esencia... Durante los tres próximos años voy a continuar organizando la carrera, y luego tengo dos años más por delante para acompañar la transición. Por entonces ya tendré ¡setenta y siete años! —ríe.

De alguna forma, la carrera también se profesionaliza más.

Digamos que ya no buscamos jóvenes tan inconscientes como yo cuando a los treinta y cuatro empecé esto… Ya no se puede organizar una competición solo con voluntarios y con pasión. En general, hay menos soñadores. ¡Ya no hay tanto rock’n'roll como antes! Pero siempre he intentado mantener mi lado soñador.

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¿Cómo te picó el gusano del ciclismo?

Crecí con el ciclismo. Recuerdo que estaba con mi padre cuando Louison Bobet ganó el Tour de Francia, y que todo el mundo dejó de trabajar para escuchar la radio. Mi padre era agricultor. Y en las zonas rurales el fútbol no existía. Yo crecí con la bicicleta y el ciclismo. Me apasionaba. Era un gran fan de Roger de Vlaeminck, que llegó a participar en la Tro Bro Leon en los años ochenta, per mi ídolo era Jacques Anquetil. Disfruté mucho con todas las carreras que ganó. En 1987 le invité a venir a la Tro Bro Leon. Me alegré muchísimo de tenerlo por aquí, pero tenía que estar pendiente de muchas otras cosas, así que nos dedicamos un simple saludo.

Y, ¿qué me dices de Bernard Hinault, quizás el ciclista bretón más famoso de todos los tiempos?

Sí, también me gustaba Hinault porque era diferente a los demás. No lo conozco personalmente aún, pero es un hombre muy respetado. Ayudó al desarrollo del ciclismo en Bretaña y me gustaría que algún día apadrinara la Tro Bro Leon. Después de Hinault, ya no ha habido un corredor tan importante como él en el ciclismo de nuestra región.

Pero Bretaña sigue siendo cuna de grandes ciclistas, como Warren Barguil, Valentin Madouas...

Cierto, Bretaña sigue siendo una tierra de ciclistas duros. Hoy en día tenemos corredores muy buenos y también equipos que están creciendo mucho como el B&B y el Arkéa-Samsic. Desde mi punto de vista es bueno que haya corredores bretones que corran en equipos de aquí, como hizo Barguil al volver a un equipo de la región. Sería bonito poder hacer un día una selección 100% bretona para una carrera profesional como la Tro Bro Leon. ¿Por qué no?

Tú mismo te encargas de dibujar y diseñar el cartel de la carrera. Háblanos de tu faceta como ilustrador.

Empecé a dibujar en la escuela, a los cinco años. Luego seguí mis estudios artísticos para aprender más sobre la parte técnica del arte, el diseño de la comunicación y terminé trabajando como ilustrador. Aunque mi trabajo era ser diseñador gráfico siempre he estado vinculado al ciclismo, ya que he hecho diseños para varias carreras, como la Mi-Aout Bretonne, la Essor Breton y el ciclocross de Lanarvily, entre otras. También he trabajado para la Federación Francesa de Ciclismo y diferentes equipos. Era muy interesante, ya que iba cambiando de sombrero. Por la mañana era diseñador gráfico, y más tarde me ponía el de organizador de una carrera ciclista durante la pausa del almuerzo. Y me salió bien. Fue genial.

La ilustración del cartel es ya muy emblemática.

Tradicionalmente, los carteles de las carreras se hacían con fotos, pero un día me dije: "¿Por qué no dejamos de usar fotos? Los carteles ilustrados, si están bien hechos, no envejecen, y en cambio, las fotos sí”. Al  principio, en la ilustración no aparecía el último ganador, sino que elegía al ciclista en función de la simpatía hacia ciertos ciclistas. Pero lo he ido evolucionando, y con la llegada del cerdito, el cartel ha pasado a una nueva fase.

¡Ay, el cerdito!

Se ha convertido en el símbolo de la carrera. Todo empezó con Dan Craven -el ciclista namibio-, que dijo en una entrevista que la organización de la Tro Bro Leon debería cambiar la regla de que el cerdo tan solo se ofreciese al primer bretón de la clasificación. Y, al año siguiente, antes de la carrera, le pusimos un cerdito en las manos y la imagen se convirtió en viral. Así es como el lechón se convirtió en el símbolo. Desde entonces, pienso en cómo lo puedo añadir en la composición gráfica, para aportar ese símbolo de identidad. Es un detalle bastante divertido y, además, representa a la agricultura bretona. Mark Renshaw fue el primer extranjero en conseguir un cerdo en 2006.

¿Hay posibilidades de que la Tro Bro Leon tenga versión femenina?

Sin duda, un día me gustaría que hubiera una Tro Bro Leon femenina, pero, de momento, no tenemos ni la infraestructura ni el dinero para poderlo hacer bien. Pero quizás algún día sea posible. Audrey Cordon-Ragot —campeona de Francia en ruta en 2020—, que es una persona muy talentosa y directa, ya me lo ha preguntado: “Jean-Paul, ¿cuándo lo vas a hacer?”

*Puedes leer la entrevista completa en el número de la revista #VOLATA31

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