El 'One Club Man' del ciclismo

Las victorias este 2021 de Alejandro Valverde, Mark Cavendish y Peter Sagan nos reencuentran con nuestro espíritu romántico y evita, de forma metafórica, el traspaso definitivo hacia la nueva generación del ciclismo.

Siempre se ha dicho que Alejandro Valverde ha sido un ciclista cuatro estaciones porque brillaba de enero a octubre. Especialmente en los primeros compases de la primavera se movía como pez en el agua en Catalunya, País Vasco y en las Árdenas. Cuando creíamos que su chispa se estaba apagando, consecuencia lógica de la edad y del empuje de los más jóvenes, ha vuelto a florecer regalando a la afición una victoria en el Gran Premio Miguel Indurain y en el Critérium du Dauphiné y midiéndose codo con codo con Primož Roglič y Tadej Pogačar en la Vuelta al País Vasco, así como con los mejores en la Amstel Gold Race.

Valverde sigue escalando esas montañas con cuarenta y un años recién cumplidos retando a los que tienen veinte años menos. Me recuerda al símil que el cineasta Ingmar Bergman hizo en su día sobre la vejez. Decía que era como escalar una gran montaña: “mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena”.

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En la pasada Volta a Catalunya volvió a ganar Peter Sagan, que lleva un tiempo con la identidad perdida. Al contrario del rebrote de Valverde esta primavera, para el manager del equipo Bora-Hansgrohe, Ralph Denk, Sagan “ha llegado a su otoño ciclista”, por lo que con toda seguridad no será renovado por el equipo en 2022 y centrará su atención en los jóvenes talentos. Maneras de decirlo —o de no hacerlo y dejar estas cosas en los despachos— hay muchas, pero la falta de tacto de Denk ha llevado al mismo Jonathan Vaughters, manager del equipo Education First Pro Cycling, a tildarle de desagradecido.

Al fin y al cabo, el equipo subió de categoría profesional con la llegada del eslovaco que trajo consigo a la marca de bicicletas Specialized, y el maillot de campeón del mundo durante dos temporadas, además del maillot verde de la regularidad en el Tour de Francia y alzó los brazos en la París-Roubaix y la Gante-Wevelgem, entre otros escenarios importantes. Con tan solo una victoria en 2020 y tres en 2021, Sagan ha dejado de resultarles rentable y sus 113 victorias, así como esa vista serena que mencionaba Bergman, caen ahora en saco roto.

Peter Sagan celebra la victoria en la etapa con final en Foligno del Giro d'Italia 2021

En el mismo saco cayeron las 146 de Mark Cavendish, que tras un trienio flojo aquejado de una mononucleosis y de una depresión, uno de los mejores esprínteres de la historia, se tragó el orgullo y cierta dignidad para mendigar por un contrato con treinta y cinco años que le permitiese retirarse del ciclismo con decencia. Le rescató Patrick Lefevre, el que fuese su jefe durante tres temporadas en el Deceuninck-Quickstep. En el Tour de Turquía, Cavendish dio la sorpresa y logró cuatro victorias de etapa hasta llegar al número mágico de 150 y 800 para la historia del equipo belga.

No me entiendan mal, no quiero sonar naive, sé que el ciclismo es un negocio. Es por ello que la relación que existe de respeto mutuo entre Eusebio Unzue, manager del equipo Movistar, y Alejandro Valverde, no la podemos dar por sentada cuando los tiempos marcan que ocurra justo lo contrario. Desde la llegada del murciano a la casa Echávarri-Unzue en el año 2006, luego de sus dos temporadas en el Kelme, Valverde ha sido la insignia del equipo en todas sus denominaciones. Es el “One-Club man” del ciclismo. El Michael Jordan de los Chicago Bulls, el Felipe Reyes del Real Madrid de baloncesto o el Carles Puyol del F.C Barcelona.

Son relaciones que se dan entre deportista y equipo y que refuerza la identidad de ambos. En estos dieciséis años, Valverde ha tenido la opción de fichar por cualquier equipo del mundo y aumentar su ficha en varios millones de euros pero él lo reduce a “estoy a gusto aquí”. Se trata de poner en la balanza otras motivaciones más allá de la ambición personal y del dinero; algo que también está en desuso en estos días.

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Una última reflexión: esta está siendo una primavera de contradicciones. Mientras nuestras almas se rejuvecen al son de las hazañas de Mathieu van der Poel, Wout Van Aert, Tadej Pogačar o Primoz Roglič, las victorias de Valverde, Cavendish y Sagan nos reencuentran con nuestro espíritu romántico, ese que tiñe en sepia sus victorias recientes y que se niega a dar carpetazo a una generación que nos ha hecho disfrutar durante tantos años. La suerte en un negocio cada día más obsesionado por rentabilizar cada euro invertido, es que la afición nunca olvida. ¡Larga vida a los viejos rockeros!

* Artículo publicado originalmente en VOLATA#27

Imágenes: Getty

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