Forjado en la soledad: el peregrinaje gravel de Luis Ángel Maté

El corredor del Euskaltel-Euskadi dedicó parte de su pretemporada a recorrer 650 kilómetros de grava a través del Camino Ignaciano, una ruta que transcurre entre la localidad vasca de Loyola y la ciudad catalana de Manresa.

Cuando compites en un pelotón con doscientos corredores que van a gran velocidad, luchando constantemente por mantenerte firme en tu posición y arriesgándote en cada momento a golpear el suelo con fuerza, requieres de un lugar tranquilo para poder soltar toda esa tensión acumulada y desconectar.

Necesitas esos momentos de soledad en los que solo estás tú, o quizás un amigo cercano, tu bicicleta y la naturaleza. Un instante en el que el sonido tranquilo de las hojas, el silbido suave del viento y ese ritmo lento te permite ordenar tus pensamientos; y observar con perspectiva el panorama general. En la última aventura de Pachamama nos dejamos inspirar por la búsqueda, en ocasiones complicada, de ese momento de soledad de la mano de Luís Ángel Maté.

Relacionado – VOLATA#31: el arte de la entrevista, cazar las palabras
Relacionado – Una vuelta a casa distinta — La Mirada Maté

El ciclista del conjunto Euskaltel-Euskadi no es ajeno a las salidas largas y solitarias, en las que se aleja del pelotón profesional. Estos extensos recorridos, como el viaje que protagonizó al finalizar la Vuelta a España, le han ayudado, a menudo, a reconectarse con un deporte que le apasiona, pero que también puede llegar a ser violento y agotador en su vertiente de alto rendimiento.

Una dimensión diferente

Sigue a Pachamama en Instagram para más aventuras gravel 

La bicicleta de gravel le permite adentrarse en terrenos alejados, escapando de la rutina y perdiéndose en lugares donde no hay coches ni otros ciclistas. Es ese momento cuando puede aprovechar la energía interior que a veces echa de menos cuando está demasiado concentrado en su calendario de entrenamientos y carreras. “La soledad me ayuda a encontrarme de nuevo a mí mismo. Porque cuando no hay nadie más a tu alrededor, solo entonces, es cuando puedes empezar a conocerte más a fondo”, explica Maté. 

A través de esos instantes de reflexión, el ciclista malagueño recuerda que nuestro ritmo de vida acelerado nos aleja de lo mejor que tenemos: la apreciación de las pequeñas cosas, la necesidad de ir más despacio y la alegría y gratitud por cada momento. "Tenemos que disfrutar de cada aliento. Es una frase que se me quedó marcada desde que la pronunció el difunto Michele Scarponi, y que además solía recordarnos de manera constante con sus acciones", rememora.

El Camino Ignaciano

Todos estos elementos precedentes llevaron durante el pasado mes de diciembre a Luis Ángel Maté a emprender un profundo viaje desde el municipio vasco de Loyola hasta la ciudad catalana de Manresa. Una ruta de 650 kilómetros, conocida como el Camino Ignaciano, que recorrió por primera vez el religioso San Ignacio de Loyola —fundador de la Compañía de Jesús— en 1522. 

Relacionado – Pachamama: los altibajos de la carrera gravel Unbound 100

A lo largo de su recorrido se despliega la gran variedad de paisajes del Norte de España, como los bosques vascos, las montañas y los valles navarros, las llanuras aragonesas y el quebrado terreno catalán. Y al igual que Maté y los peregrinos que hacen el Camino cada año, San Ignacio buscó la reconciliación y el perdón. Al hacerlo, fue en dirección contraria a los demás peregrinos, que en cambio se dirigían a Santiago de Compostela por el mismo camino.

Una circunstancia extrapolable a la figura de Luis Ángel Maté, quién en los últimos años ha decidido optar por una forma diferente de afrontar su relación con el ciclismo profesional. Una fórmula en la que evita las carreteras pavimentadas como única alternativa de entrenamiento y se aleja de la constante presión de los números de potencia y los ordenadores de la bicicleta para guiar su camino. "Me recuerdo a mí mismo lo que quiero conseguir y cómo debo alcanzar mis objetivos. Pero también que los tengo que perseguir de forma diferente, sin el estrés que transmiten nuestra sociedad y las competiciones”, expone.

Un verdadero reto de resistencia

Al igual que otras largas aventuras de bikepacking, el Camino Ignaciano no es solo para la autorreflexión y la meditación, es un auténtico reto de resistencia, con todos los aspectos positivos y negativos que conlleva recorrer cientos de kilómetros cada día. Pero incluso en esos momentos difíciles, la bicicleta y la soledad pueden convertirse en sabios consejeros.

"El tiempo puede ser frío, o puedes tener un problema mecánico o no recuperarte de los esfuerzos como tenías previsto. Sin embargo, esos pequeños contratiempos que forman parte del ciclismo se convierten en una enseñanza: las pequeñas crisis y los malos momentos siempre pasan. Como seres humanos, ya no sólo como ciclistas, tenemos que aprender a afrontar esas situaciones”, recalca de forma sincera Maté.

Relacionado – Pachamama: rutas gravel con la madre naturaleza en el corazón

En su particular peregrinaje, rodó principalmente por carreteras de grava, además de una serie de tramos en los que cambiaba la tierra por el asfalto para llegar a un pueblo a tiempo para la cena, y a un lugar donde poder dormir. Sólo había reservado un pequeño hotel para la primera noche de los ocho días que pasó en el camino. Para el resto, se limitó a mirar el mapa e improvisar.  "Paraba cuando quería, o si veía un lugar que me pareciese interesante — comenta—. Recuerdo que una vez compré queso a un ganadero".

Preguntado sobre si hubiera preferido recorrer el Camino a pie en lugar de en bicicleta, Maté no tiene dudas: “La bici es el mejor medio de transporte, porque puedes ir rápido, puedes recorrer grandes distancias, pero también despacio, saboreando y disfrutando con tranquilidad de un lugar o de un rincón".

Más aventuras

La temporada de Luis Ángel Maté va encaminada y está planificada para ofrecer su mejor versión en la Vuelta a España. Sin embargo, ese espíritu aventurero ya le hace estar pensando en su próximo viaje. El malagueño tiene muchas ideas y planes en su cabeza, aunque poco tiempo para ejecutarlos todos. "Puede que estas aventuras no sean la mejor manera de prepararse físicamente para una carrera, pero para mí, son muy importantes mentalmente. El ciclismo se ha obsesionado demasiado con los números y los vatios, y hay que pesar la pasta y el arroz todos los días. Y eso es demasiado duro, sobre todo para los jóvenes que se inician en el deporte", afirma.

En estos viajes, Maté no sólo busca su paz interior, sino también las raíces de un deporte que a veces olvida la belleza de montar en soledad, sin presión, en lugares inhóspitos y totalmente mimetizados con la naturaleza. Y por el simple hecho de disfrutar de una ruta en bicicleta, sin más pretensiones.

Sigue a Pachamama en Instagram

Shop now