Explorando el litoral gallego: una aventura gravel enlazando sus faros

La ruta transcurre a través de diferentes carreteras secundarias y caminos rodadores con escasa dificultad técnica que unen los particulares faros de la Costa da Morte. Un recorrido gravel de 212 kilómetros entre Malpica y Finisterre, divido en tres jornadas para disfrutar del viaje.

El litoral gallego aúna a la perfección belleza, riqueza y naturaleza, convirtiéndolo en un lugar con características únicas en su paisaje. Un extenso rincón dominado por el mar y temido por la ferocidad con la que el Océano Atlántico arremete contra sus rocas. De ahí su peculiar orografía en la que las abruptas rías son las grandes protagonistas de un territorio que, históricamente, causa pesadillas tanto a los marineros como a sus familias. Es por ello que todo este frente marítimo está jalonado con diferentes faros protectores que sirven de guía para aquellos que regresan a tierra firme.

Estas construcciones tienen, por tanto, un poder de atracción y misticismo que fascina, más aún cuando te has criado en zonas interiores de Galicia, como es mi caso. Ese sentimiento de seducción que me transmitían los faros se unía al espíritu aventurero que desde bien pequeño ha definido parte de mi personalidad. En plena adolescencia, con dieciséis o diecisiete años y junto con un amigo de la infancia, convencimos a nuestros padres de que nos dejasen viajar en solitario por la costa gallega, de norte a sur. ¡Que osadía!

Relacionado – Aventura pirenaica en la Val d'Aran: subida al refugio de Port d'Urets
Relacionado – Primer avance de Kromvojoj: bikepacking de autor en tierras catalanas

Fue la manera de expandir nuestras fronteras como incipientes ciclistas que buscaban ampliar el concepto de libertad que suponían nuestras bicicletas. Aquella fue nuestra primera experiencia del concepto que ahora llamamos bikepacking. Sin embargo, la inexperiencia, la juventud y la falta de fuerzas nos llevó a realizar una ruta muy alejada de la que teníamos prevista.

A día de hoy, esa ruta idealizada sigue siendo un sueño pendiente que merecerá la pena llevar a cabo. Más aún teniendo en cuenta que ahora vivo a orillas de un mar completamente diferente, el Mediterráneo. Esa añoranza por el territorio gallego y el ímpetu por descubrir rincones recónditos en bicicleta se mantiene siempre latente. De esta forma, aproveché una visita a mis padres, a los que llevaba más de veinte meses sin ver por la pandemia, para reservar tres días en los que recorrer una de las secciones de esta ruta soñada y de las que guardaba mejor recuerdo. 

Quería volver a sentir la sensación de ser como un niño, de pedalear sin prisas, con el único objetivo de absorber la belleza del paisaje, sus gentes y sus tradiciones. Una búsqueda por encontrar el contacto permanente con un mar que desconozco pero que mis raíces me hacen sentir como propio. Antes de planear la ruta me puse en contacto con Fran, un antiguo compañero de la universidad, que hoy en día trabaja como asesor de paisaje desarrollando una comprensión del territorio desde la geo-historia.

Al final, se trataba de realizar una versión gravel del recorrido que une Malpica con el icónico Cabo de Finisterre. Por ello, mi conversación con Fran era más que necesaria, pues debía aconsejarme cómo trazar el trayecto para evitar aumentar los posibles daños que podría ocasionar sobre el paisaje. En ocasiones, asumimos que cualquier camino, sendero o paso es transitable en bicicleta, pero no solemos tener en cuenta aspectos que pueden causar problemas en la naturaleza.

Relacionado – Guadarrama, geología del gravel

Relacionado – Canyon Grizl, la nueva generación hard gravel

Tras esa conversación, que me abrió los ojos en muchos aspectos, acabé definiendo la ruta final, que incluía algunos desvíos y rodeos para facilitar el trayecto en bicicleta. Estos tres días surcando el litoral gallego se convirtieron en un oasis de paz, de buenas comidas que acompañaban al viaje y mejores paisajes. Una aventura gravel en modo bikepacking en el que poder conectar con la Costa da Morte de una manera relajada y sosegada.

DÍA 1: Malpica - Laxe (75 km)

La ruta arrancaba en el puerto de Malpica y rápidamente, dejando a un lado la playa de Seaia, se adentraba en un camino estrecho y de tierra firme que conducía hacia el Cabo de Santo Hadrián. Tras observar las maravillosas vistas de las Islas Sisargas, regresamos sobre una pequeña carretera de asfalto, en continua pendiente descendente, que desemboca en un terreno ondulado camino de la Punta de Sevoca do Monte. Fue desde allí cuando entramos en la sección con mayores porcentajes, algunos incluso que rozaban el 12%, aunque con altitudes que no llegaban a superar los 200 metros.

Después de visitar la Cruz de Barizo, que te recibe en medio de la pradera, llegamos al primer faro de la jornada tras 20 kilómetros de recorrido: el de Punta Naringa. Los caminos de tierra se entrelazaban con las carreteras secundarias vacías que conducían hacia la localidad de Corme, desde donde hicimos una incursión para disfrutar del Faro de Roncudo. Nuestro siguiente objetivo se encontraba ante nuestros ojos, pero primero había que bordear la Ría de Corme y Laxe —y sus espectaculares vistas— para culminar el día a los pies del Faro de Laxe. 

DÍA 2: Laxe - Praia de Os Muiños (75,5 km)

Tras el merecido descanso, reemprendimos la marcha en una jornada en la que fuimos en paralelo al escarpado litoral sin ninguna dificultad hasta la llegada de Camelle. Este municipio costero fue la puerta de entrada a un encadenado formado por el Alto da Cruz y el Alto da Gorita. Ni mucho menos se podrían considerar puertos, pero sí pequeñas cotas con rampas que llegaban hasta el 20% en algunos puntos. Sin duda, este día fue el que más contacto tuvimos con el mar, pues al tratarse de un terreno más llano, las pequeñas playas, como las de Reira y Balea, se sucedían en nuestro camino hacia el emblemático Faro de Cabo Vilán, el faro eléctrico más antiguo de España.

A través de un pequeño sendero paralelo a las rocosas y acantiladas playas nos dirigimos en dirección sur hacia el Faro da Villueira. Estaba situado muy próximo al municipio de Camariñas, que daba nombre a la segunda Ría que tendríamos que bordear en esta aventura para llegar a la otra punta de su entrada en Muxia. Primero rodeamos la Enseada da Basa y, posteriormente, nos adentramos en una zona boscosa sobre una carretera de asfalto muy rugosa, y repleta de hojas caídas, que nos llevó hacía la desembocadura del Rio do Porto. Al cruzarlo, nos deleitamos con el paisaje que nos ofrecía y nos aproximamos lentamente a la Praia de Os Muiños, donde decidimos acampar y pasar nuestra segunda noche antes de afrontar la jornada definitiva.

DÍA 3: Praia de Os Muiños - Finisterre (62,2 km)

El último día arrancó con una excursión atravesando el pueblo de Muxia y llegando al Santuario da Virxe da Barca. Para la gente del lugar se trataba de una jornada especial, pues se celebraba la Romería da Verge. En ella, las personas pasaban por debajo de la Pedra dos Cadrís en ocho ocasiones para curar los males de la espalda. 

Sin duda, es un lugar privilegiado para escuchar el oleaje golpeando las rocas en un día tranquilo. A partir de ahí, el camino estaba marcado por las visitas al Cabo de Punta da Bruita —un impresionante monte con acantilados de más de 100 metros de altura— y al faro del Cabo Touriñán. 

Estos dos salientes hacia el mar fueron los últimos antes de dirigirse hacía la ascensión final del recorrido: el Cabo de Finisterre. Fueron poco más de tres kilómetros, en los que la pendiente, atravesando zonas de un bosque muy frondoso, se mantenían estables entorno al 7% o al 8%. Un camino de tierra con pequeñas piedras que lo hacían incluso resbaladizo y con el vértigo de ver la inmensidad del océano asomando si echabas la vista a un lado. Tan solo en ese momento sentí y comprendí de primera mano el peligro de los marineros a la Costa da Morte. Al llegar a la cima del monte, ya se podía observar el lugar en el que finalizaría nuestra aventura: el famoso faro de Finisterre.

Relacionado – El Kilómetro Cero: un peregrinaje exprés entre Madrid y Finisterre.

Fueron tres jornadas donde pude conectar y redescubrir el litoral gallego de una manera diferente, sin prisa; saboreando cada detalle, cada instantánea, cada paisaje; y, sobre todo, disfrutando en bici de una aventura única a través de una orografía muy particular.

Shop now